miércoles, 13 de noviembre de 2013

Domingo Cavallo le habla a su madre, de Nacho Ciatti


(DOMINGO CAVALLO está de espaldas a público, viste un traje de clase y lleva unos gruesos auriculares en su cabeza. Suena una música ¨Tell me why¨ de Neil young. DOMINGO acompaña la melodía con algún que otro gesto perdido y cierto ritmo. Es algo parecido a un baile introspectivo. Se quita los auriculares y la música se detiene. Mira a la gente por un momento y muy tranquilamente se dirige a tomar un vaso con agua. Luego de un tiempo se da vuelta.)

¿Quién soy yo en esta fiesta de desiguales? Era negra la noche y todos se alejaban. Todos y cada uno se sentían solos y necesitaban algo, un rumbo, una panacea, un alguien que pusiera el cuerpo en la tormenta. Y ese alguien iba a ser yo. Desde que abrí los ojos supe que yo era el elegido. No te digo, madre, todo esto para que me recuerdes como alguien grande. No, madre, yo no quiero ser gigante. Solo quiero la mirada sensible de todos aquellos que me deben la felicidad. Porque yo di felicidad, la impartí, a costa de mi martirio la impartí, de mi señalamiento y de mi impunidad. Y qué pueden saber ellos de impunidad. La gente no sabe nada de todo eso. Ni se imaginan. Poder llevar a cabo cuanta cosa sea y no ser juzgado, observado o desafiado... Eso lleva a la muerte. Y yo no morí. Yo seguí adelante. Se me cayó un poco el pelo en el trajín y los ojos se me inflaron como pelotas. Pero seguí adelante y aprendí, y lo que aprendí se lo enseñé a mis hijos, con mis propias manos y mi propia mente se los di. La gente no sabe nada de mi oscuridad y mi presencia. Te estoy entorpeciendo la muerte, Madre. Disculpá. Sabé entender. Todo lo que sucedió en estos últimos años me atrae a la locura, una y otra vez. Y me cuesta dejar de pensarlo....
¿Te acordás lo que te gustaba Orlando, mamá? ¿Cuántas veces fuiste al Epcot Center? ¿Diez? ¿Once? Claro que te acordás, cómo no te vas a acordar. El EPCOT CENTER. Ese prototipo experimental de Ciudad del Futuro que terminó siendo un simple parque de diversiones. Sí, mamá, si, simple pero maravilloso. (Sonríe) Sos linda aún rompiéndote como lo estás haciendo... Te encantaba repetir la historia de que Walt Disney había imaginado un lugar modelo, una ciudad del futuro en donde se erigiría la comunidad del mañana, con trolebuses yendo de un lugar a otro y todo el tránsito de autos bajo tierra, para que el peatón pudiera disfrutar libremente de sus piernas por toda la superficie. Ese lugar que el mismísimo Ray Bradbury ayudó a diseñar. Parecías una niña en aquellos años. Creo que todos recuperamos un poco de juventud en esos días. ¿Qué decis, mamá? ¿Qué niño no soñaba con conocer las grandezas de la mente de Walt Disney? ¿Eh? No se te escucha. Tenés que hablar más alto mamá, más todavía en la muerte. Permitime oir algo más de música. (Se vuelve a colgar los auriculares por un tiempo y la música continúa desde donde se detuvo. DOMINGO arma una pose. Nuevamente se quita los auriculares y la música se detiene.)
Ah, mamá, hay algo antes de que te mueras del todo que todavía tengo por decirte. El incendio de la fábrica fue culpa mía, culpa mía y de Jorge. Jorge tu hijo mamá, mi hermano. Voy a tomar un sorbo de agua para poder decírtelo una sola vez y de corrido. (Toma agua) Con Jorge solíamos correr por los pasillos vacíos de la fábrica. Cuando la noche caía y ya todos se habían cansado de hacer escobas, de trabajar la bendita madera, Jorge y yo corríamos. Un día cruzamos la línea. Jorge empezó todo. Tu hijo mamá, mi hermano, te acabo de explicar. Se había quedado con una de las cajas de fósforos que usaba papá. La sigo teniendo conmigo. Mirá. (Saca y muestra la caja de fósforos antigua. Hace un poco de ruido con ella y la lanza contra algun sitio.) Me hizo seguirlo y apilamos una a una todas las escobas del depósito en la oficina de adelante, donde estaba la Philco. Claro que la pila fue completamente anárquica porque las escobas se caían, se resbalaban. Las escobas no son fáciles de apilar. La cuestión es que las apilamos y me hizo tapar los ojos. Me lo pidió y yo lo hice. Era mi hermano y se suponía que debíamos ser solidarios. Un olor me los hizo abrir. Y ya era demasiado tarde. La fábrica toda empezó a prenderse fuego. La cara de Jorge y mi sentimiento de terror. La cara de Jorge. Terror mamá. Sentí terror, la infinita claridad en la sensación de estar llevando a cabo algo irreversible, una acción horrorosa que sería irreparable para todos. Y la cara de Jorge, mamá.
Llegó la gente y nosotros nos escondimos. A mi se me helaba la piel de solo pensar en el castigo de la ley. Prometimos no decir nada, nunca. Un pacto hicimos. Un consenso. Una oración de impunidad. Te digo todo esto, madre, porque no quiero que te lleves mentiras a la tumba. Eso podría complicar la muerte. Y no soy hombre de complicaciones. Así que ya está dicho. Los del incendio de tu fábrica fuimos nosotros mamá, tus hijos.
¿Cómo que donde sucedió? Acá mamá, en Córdoba. No qué Río Tercero mamá, acá, San Francisco, donde nací y donde te estás muriendo.
¿Podés creer que de ese día lo que más me quedaría no sería el fuego ni la vorágine ni la mentira sino un simple y previo olor? El olor de los restos de aserrín. Distinto al olor puro de la madera y distinto al olor de la madera incendiándose. Siempre se mantuvo esta pregunta en mí. Acorralándome por el el resto de mi infancia. ¿Cómo es que la esencia de algo cambiaba? Seguía siendo madera, solo había sido tocada por la sierra, y sin embargo su olor, su esencia cambiaba. Eso marcó mi rumbo mamá, y todo surgió un día que por fuerza mayor tuve que ocultar. Mientras más crecía esta pregunta más crecía la respuesta en mí. Seguiría los números, mamá, las cifras que no cambian ni se equivocan. Mi plan sería que las cosas fuesen iguales para todos. Siempre. Un peso un dolar. Un muerto un vivo. Un verano un invierno. Un caballo un tanque. Perdón, mamá, te estoy entorpeciendo la muerte. ¿Estás bien? ¿Precisas que te traiga algo? ¿Qué decís mamá? ¿Calor? Y cómo no vas a tener calor si hace un calor espantoso...
El calor de este lugar es tan preciso que no luce como los demás. Tiene un destello propio. Está impregnado de fantasmas, de estancamientos, de yuyo entre baldosas. De estúpidas y falsas ilusiones. Que no me vengan a decir que es culpa mía que este lugar no haya crecido. Y no me refiero a lo económico, eso está a la vista, sino a esa mirada en el rostro de varios, sino todos, que parece no querer seguir adelante. Como si toda esta gente no cerrara nunca los ojos, como si no se les estuviese permitido descansar, o simplemente no estuvieran preparados para eso. ¡Cada vez que vuelvo a esta ciudad me escupen palabras y preguntas como si yo fuese el Zar de la sabiduría! ¡El culpable de toda esta perdición! ¡Es ridículo pensar en una única persona la responsabilidad del aburrimiento de toda una ciudad! Acá en San Francisco construyeron mal las cosas entre todos, querida madre, y cuando digo todos me refiero a todos. Este no es infierno de único dueño, sino algo parecido a un verano entre amigos.
¡Ay Madre! ¡Me va a doler que te vayas! No siento dolor directo o confiable ahora, pero sé que cuando lo asimile todo lloraré lágrimas tamaño país, aquellas mismas que derramé esa fatídica semana, esos meses en los que me sentí tan acorralado y solo como cuando se incendió la fábrica. Porque yo lloré en esos días que tanto se parecieron a una tormenta. A una de las tormentas electricas que solemos tener acá.
Era negra la noche de esos días y todos se alejaban. La sombra de mi cuerpo navegando ese barco solo. Luchando a capa y espada contra una tormenta lúcida, infatigable. Las manos sobre el timón y nadie que me señalara el norte, madre mía. Montando un caballo oscuro y ciego. Llevando en la montura el espanto de todos. Todo eso que llaman gente.
Te voy a extrañar madre, cuando por fin termines de romperte y esta habitación haya cambiado su forma... No siento dolor firme y reparador ahora mismo, pero sé que cuando asimile todo esto lloraré mis lágrimas, lloraré lágrimas tamaño país, y sé también que no serán las suficientes...

(Se pone los auriculares, toma un trago de agua y se dedica a bailar lo que resta del tema. Tranquilo. Apagón.)

¨Tell me why¨ de Neil Young

Navegando a bordo de corazones-naves por puertos rotos
sobre las olas de la noche
aún el hidalgo buscador
debe montar el caballo oscuro ,
cabalgando solo con su espanto.

Dime, ¿por qué?
Dime, ¿por qué?
¿Es difícil llegar a un arreglo contigo mismo,
cuando eres lo suficientemente viejo para ser devuelto
y sin embargo lo bastante joven para que te puedas vender?

Dime mentiras luego,
ven a echarme un vistazo.
Estaré aquí por un rato.
Estoy solo pero tú puedes liberarme
Todo en la manera en que sonríes

Dime, ¿por qué?
Dime, ¿por qué?
¿Es difícil llegar a un arreglo contigo mismo,
cuando eres lo suficientemente viejo para ser devuelto


y sin embargo lo bastante joven para que te puedas vender?



Nacho Ciatti
Actor, autor, director. Formado en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático teniendo como maestros a Mauricio Kartun, Luis Cano, Roberto Castro y Ciro Zorzoli. Cursó Dirección cinematográfica en la FUC (Universidad del Cine). Realizó seminarios especiales con Stephen Natchmanovich, Bob Wilson, Augusto Boal, Frank Castorf, Martin Wutke, Phillip Glass, Lucrecia Martel (entre otros). Cursó Dramaturgia con Matías Feldman, Mauricio Kartun y Ariel Barchilón. En el año 2004 crea el grupo de investigación teatral EL ENSAMBLE ORGÁNICO (amalgamando videoarte, fotografía, música, danza y teatro). En el año 2012 recibe el premio TRINIDAD GUEVARA, Revelación Masculina, por su labor como autor/director del espectaculo ALEMANIA. En este mismo año es invitado como autor y director a la segunda edición del PROYECTO MANUAL creado por Matías Umpierrez y producido por el Centro Cultural Rojas (UBA), estrenando HIPNOSIS, ENREDADERAS, DESASTRES. Ha producido, escrito y dirigido más de 8 espectáculos teatrales, 3 cortometrajes y ha escrito 2 largometrajes (aún inéditos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario