(DOMINGO
CAVALLO está de espaldas a público, viste un traje de clase y lleva
unos gruesos auriculares en su cabeza. Suena una música ¨Tell me
why¨ de Neil young. DOMINGO acompaña la melodía con algún que
otro gesto perdido y cierto ritmo. Es algo parecido a un baile
introspectivo. Se quita los auriculares y la música se detiene. Mira
a la gente por un momento y muy tranquilamente se dirige a tomar un
vaso con agua. Luego de un tiempo se da vuelta.)
¿Quién
soy yo en esta fiesta de desiguales? Era negra la noche y todos se
alejaban. Todos y cada uno se sentían solos y necesitaban algo, un
rumbo, una panacea, un alguien que pusiera el cuerpo en la tormenta.
Y ese alguien iba a ser yo. Desde que abrí los ojos supe que yo era
el elegido. No te digo, madre, todo esto para que me recuerdes como
alguien grande. No, madre, yo no quiero ser gigante. Solo quiero la
mirada sensible de todos aquellos que me deben la felicidad. Porque
yo di felicidad, la impartí, a costa de mi martirio la impartí, de
mi señalamiento y de mi impunidad. Y qué pueden saber ellos de
impunidad. La gente
no sabe nada de todo eso. Ni se imaginan. Poder llevar a cabo cuanta
cosa sea y no ser juzgado, observado o desafiado... Eso lleva a la
muerte. Y yo no morí. Yo seguí adelante. Se me cayó un poco el
pelo en el trajín y los ojos se me inflaron como pelotas. Pero seguí
adelante y aprendí, y lo que aprendí se lo enseñé a mis hijos,
con mis propias manos y mi propia mente se los di. La gente no sabe
nada de mi oscuridad y mi presencia. Te estoy entorpeciendo la
muerte, Madre. Disculpá. Sabé entender. Todo lo que sucedió en
estos últimos años me atrae a la locura, una y otra vez. Y me
cuesta dejar de pensarlo....
¿Te
acordás lo que te gustaba Orlando, mamá? ¿Cuántas veces fuiste al
Epcot Center? ¿Diez? ¿Once? Claro que te acordás, cómo no te vas
a acordar. El EPCOT CENTER. Ese prototipo experimental de Ciudad del
Futuro que terminó siendo un simple parque de diversiones. Sí,
mamá, si, simple pero maravilloso. (Sonríe)
Sos linda aún rompiéndote como lo estás haciendo... Te encantaba
repetir la historia de que Walt Disney había imaginado un lugar
modelo, una ciudad del futuro en donde se erigiría la comunidad del
mañana, con trolebuses yendo de un lugar a otro y todo el tránsito
de autos bajo tierra, para que el peatón pudiera disfrutar
libremente de sus piernas por toda la superficie. Ese lugar que el
mismísimo Ray Bradbury ayudó a diseñar. Parecías una niña en
aquellos años. Creo que todos recuperamos un poco de juventud en
esos días. ¿Qué decis, mamá? ¿Qué niño no soñaba con conocer
las grandezas de la mente de Walt Disney? ¿Eh? No se te escucha.
Tenés que hablar más alto mamá, más todavía en la muerte.
Permitime oir algo más de música. (Se
vuelve a colgar los auriculares por un tiempo y la música continúa
desde donde se detuvo. DOMINGO arma una pose. Nuevamente se quita los
auriculares y la música se detiene.)
Ah,
mamá, hay algo antes de que te mueras del todo que todavía tengo
por decirte. El incendio de la fábrica fue culpa mía, culpa mía y
de Jorge. Jorge tu hijo mamá, mi hermano. Voy a tomar un sorbo de
agua para poder decírtelo una sola vez y de corrido.
(Toma agua) Con Jorge solíamos correr
por los pasillos vacíos de la fábrica. Cuando la noche caía y ya
todos se habían cansado de hacer escobas, de trabajar la bendita
madera, Jorge y yo corríamos. Un día cruzamos la línea. Jorge
empezó todo. Tu hijo mamá, mi hermano, te acabo de explicar. Se
había quedado con una de las cajas de fósforos que usaba papá. La
sigo teniendo conmigo. Mirá. (Saca
y muestra la caja de fósforos antigua. Hace un poco de ruido con
ella y la lanza contra algun sitio.) Me
hizo seguirlo y apilamos una a una todas las escobas del depósito en
la oficina de adelante, donde estaba la Philco. Claro que la pila fue
completamente anárquica porque las escobas se caían, se resbalaban.
Las escobas no son fáciles de apilar. La cuestión es que las
apilamos y me hizo tapar los ojos. Me lo pidió y yo lo hice. Era mi
hermano y se suponía que debíamos ser solidarios. Un olor me los
hizo abrir. Y ya era demasiado tarde. La fábrica toda empezó a
prenderse fuego. La cara de Jorge y mi sentimiento de terror. La cara
de Jorge. Terror mamá. Sentí terror, la infinita claridad en la
sensación de estar llevando a cabo algo irreversible, una acción
horrorosa que sería irreparable para todos. Y la cara de Jorge,
mamá.
Llegó la
gente y nosotros nos escondimos. A mi se me helaba la piel de solo
pensar en el castigo de la ley. Prometimos no decir nada, nunca. Un
pacto hicimos. Un consenso. Una oración de impunidad. Te digo todo
esto, madre, porque no quiero que te lleves mentiras a la tumba. Eso
podría complicar la muerte. Y no soy hombre de complicaciones. Así
que ya está dicho. Los del incendio de tu fábrica fuimos nosotros
mamá, tus hijos.
¿Cómo que
donde sucedió? Acá mamá, en Córdoba. No qué Río Tercero mamá,
acá, San Francisco, donde nací y donde te estás muriendo.
¿Podés
creer que de ese día lo que más me quedaría no sería el fuego ni
la vorágine ni la mentira sino un simple y previo olor? El olor de
los restos de aserrín. Distinto al olor puro de la madera y
distinto al olor de la madera incendiándose. Siempre se mantuvo esta
pregunta en mí. Acorralándome por el el resto de mi infancia. ¿Cómo
es que la esencia de algo cambiaba? Seguía siendo madera, solo había
sido tocada por la sierra, y sin embargo su olor, su esencia
cambiaba. Eso marcó mi rumbo mamá, y todo surgió un día que por
fuerza mayor tuve que ocultar. Mientras más crecía esta pregunta
más crecía la respuesta en mí. Seguiría los números, mamá, las
cifras que no cambian ni se equivocan. Mi plan sería que las cosas
fuesen iguales para todos. Siempre. Un peso un dolar. Un muerto un
vivo. Un verano un invierno. Un caballo un tanque. Perdón, mamá, te
estoy entorpeciendo la muerte. ¿Estás bien? ¿Precisas que te
traiga algo? ¿Qué decís mamá? ¿Calor? Y cómo no vas a tener
calor si hace un calor espantoso...
El calor de
este lugar es tan preciso que no luce como los demás. Tiene un
destello propio. Está impregnado de fantasmas, de estancamientos, de
yuyo entre baldosas. De estúpidas y falsas ilusiones. Que no me
vengan a decir que es culpa mía que este lugar no haya crecido. Y no
me refiero a lo económico, eso está a la vista, sino a esa mirada
en el rostro de varios, sino todos, que parece no querer seguir
adelante. Como si toda esta gente no cerrara nunca los ojos, como si
no se les estuviese permitido descansar, o simplemente no estuvieran
preparados para eso. ¡Cada vez que vuelvo a esta ciudad me escupen
palabras y preguntas como si yo fuese el Zar de la sabiduría! ¡El
culpable de toda esta perdición! ¡Es ridículo pensar en una única
persona la responsabilidad del aburrimiento de toda una ciudad! Acá
en San Francisco construyeron mal las cosas entre todos, querida
madre, y cuando digo todos me refiero a todos. Este no es infierno de
único dueño, sino algo parecido a un verano entre amigos.
¡Ay Madre!
¡Me va a doler que te vayas! No siento dolor directo o confiable
ahora, pero sé que cuando lo asimile todo lloraré lágrimas tamaño
país, aquellas mismas que derramé esa fatídica semana, esos meses
en los que me sentí tan acorralado y solo como cuando se incendió
la fábrica. Porque yo lloré en esos días que tanto se parecieron
a una tormenta. A una de las tormentas electricas que solemos tener
acá.
Era
negra la noche de esos días y todos se alejaban. La sombra de mi
cuerpo navegando ese barco solo. Luchando a capa y espada contra una
tormenta lúcida, infatigable. Las manos sobre el timón y nadie que
me señalara el norte, madre mía. Montando un caballo oscuro y
ciego. Llevando en la montura el espanto de todos. Todo eso que
llaman gente.
Te voy a
extrañar madre, cuando por fin termines de romperte y esta
habitación haya cambiado su forma... No siento dolor firme y
reparador ahora mismo, pero sé que cuando asimile todo esto lloraré
mis lágrimas, lloraré lágrimas tamaño país, y sé también que
no serán las suficientes...
(Se
pone los auriculares, toma un trago de agua y se dedica a bailar lo
que resta del tema. Tranquilo. Apagón.)
¨Tell
me why¨ de Neil Young
Navegando a
bordo de corazones-naves por puertos rotos
sobre las
olas de la noche
aún el
hidalgo buscador
debe montar
el caballo oscuro ,
cabalgando
solo con su espanto.
Dime, ¿por
qué?
Dime, ¿por
qué?
¿Es difícil
llegar a un arreglo contigo mismo,
cuando eres
lo suficientemente viejo para ser devuelto
Dime mentiras
luego,
ven a echarme
un vistazo.
Estaré aquí
por un rato.
Estoy solo
pero tú puedes liberarme
Todo en la
manera en que sonríes
Dime, ¿por
qué?
Dime, ¿por
qué?
¿Es difícil
llegar a un arreglo contigo mismo,
cuando eres
lo suficientemente viejo para ser devuelto
y sin embargo
lo bastante joven para que te puedas vender?
Nacho Ciatti
Actor, autor, director. Formado en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático teniendo como maestros a Mauricio Kartun, Luis Cano, Roberto Castro y Ciro Zorzoli. Cursó Dirección cinematográfica en la FUC (Universidad del Cine). Realizó seminarios especiales con Stephen Natchmanovich, Bob Wilson, Augusto Boal, Frank Castorf, Martin Wutke, Phillip Glass, Lucrecia Martel (entre otros). Cursó Dramaturgia con Matías Feldman, Mauricio Kartun y Ariel Barchilón. En el año 2004 crea el grupo de investigación teatral EL ENSAMBLE ORGÁNICO (amalgamando videoarte, fotografía, música, danza y teatro). En el año 2012 recibe el premio TRINIDAD GUEVARA, Revelación Masculina, por su labor como autor/director del espectaculo ALEMANIA. En este mismo año es invitado como autor y director a la segunda edición del PROYECTO MANUAL creado por Matías Umpierrez y producido por el Centro Cultural Rojas (UBA), estrenando HIPNOSIS, ENREDADERAS, DESASTRES. Ha producido, escrito y dirigido más de 8 espectáculos teatrales, 3 cortometrajes y ha escrito 2 largometrajes (aún inéditos)
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