martes, 3 de septiembre de 2013

Fragmento de "Vientos que zumban entre ladrillos", Diego faturos

Visitadora- Yo también salí una vez. Era noche cerrada, estaba completamente oscuro. Iba sola, pero no tenía miedo. Cada paso que daba se hundía por instantes en el suelo, debía de ser arena. Me acuerdo que miraba el cielo. En realidad me daba cuenta de que era el cielo porque había estrellas. Era sublime. Sin embargo no había luna. En ese momento me imaginé que un buen amante, ladrón de satélites, la había robado para su enamorada. Sonreí. Me acuerdo que sonreí. Las comisuras se extendieron hacia mis orejas como alas y en mi rostro se dibujó una gran sonrisa. Ancha, llena de luz. Me imaginé que con ella iluminaba el lugar. Entonces vi el mar, que se confundía con el cielo. Yo seguía de pie, en el mar. Era curioso, la arena había desaparecido y estaba parada sobre el mar. Me sentía altísima,

(Le suelta el pelo a la Muda.) 
Muy fuerte y muy vulnerable también. Sabía que el mar podía abrir su boca en forma de olas y tragarme. Pero no, no lo hizo. Existía una complicidad entre el océano y yo. Y tenía los ojos claros. Llenos de lágrimas, llenos de sal, por el mar. De un momento a otro las estrellas comenzaron a borrarse, como si alguien las guardara en un bolsillo. Yo seguía de pie, en el cielo. Era curioso, el mar había desaparecido y estaba parada sobre el cielo. Yo también salí una vez. Iba sola, pero no tenía miedo.
(Los tres se quedaron dormidos durante el relato. Está sola. Rompe a llorar. Se comprende en ella una tristeza definitiva. Un  río quieto entre montañas. Mientras ahoga el llanto, se seca las lágrimas. Ionesco se acerca desde el oscuro)
Ionesco -  La felicito
Visitadora - Ionesco…
Ionesco -  Felicitaciones. (se le cae a la vistadora la carpeta) La ayudo…
Visitadora – No. (la levanta)
Ionesco - Su cuento fue muy inspirado.
Visitadora - Dormía?
Ionesco – No. Ya no creo que duerma nunca. Me acuesto y cierro los ojos. Digamos que teóricamente estoy dormido, pero permanezco en un estado de conciencia tal que me hace sentir que estoy despierto. Trato de moverme, intento, pero no puedo. Los músculos no me responden, es horrible. Es horrible dormir, es horrible estar despierto. 

(Ionesco se va)
visitadora - A dónde va?
Ionesco - A dormir.
Visitadora - Espere. Ahora que estamos solos podemos hablar.
 (la muda se despierta sin lentitud y se sienta en la cama. No ve a los demás, pero tampoco es vista. Mira al frente)
Ionesco – Por qué no, si es lo que mejor hago. Escuche esto: en 1967 escribí un artículo sobre la Rusia soviética con motivo del cincuenta aniversario de la revolución de octubre, y dije que no había habido en Rusia sino cincuenta años de crímenes, genocidios, etc. Muy pronto van a ser dos siglos que las revoluciones se suceden, a un ritmo cada vez más rápido, afiebrado; las revoluciones van a continuar, el mito de la revolución regeneradora va aumentar todavía y la mayoría de los hombres serán sus presas.

Visitadora - Sí, algunos jóvenes hacen todavía un llamado a la conciencia del mundo para que se detengan los preparativos de la destrucción universal.
Ionesco - Pero esta conciencia duerme y no se despierta. Como dijo kropotkin Las enormes maquinarias de la devastación no pueden no multiplicarse y estragarlo todo.
(en esta última frase la visitadora se suma a decirla de memoria, por sobre la mitad más o menos. Se miran.)
Visitadora - Perdón… lo interrumpí…
Ionesco – No, no… conoce la frase…
Visitadora – Sí.
Ionesco - la felicito, qué mujer increíble.
Visitadora- Gracias.
Ionesco - Felicitaciones
Visitadora- otra vez?
Ionesco- Cómo?
Visitadora- Que es la tercera vez que me felicita en menos de dos minutos.
Ionesco – No, por la frase… digo que no es una frase muy conocida, además está en el segundo tomo.
Visitadora – En el tercer tomo.
Ionesco – Claro, en el tercer tomo…
Visitadora - Todas las revoluciones modernas han concluido en un reforzamiento del poder del estado.
Ionesco - estoy de acuerdo
Visitadora - eso me lo imaginaba. Pero quién lo dijo?
Ionesco - está jugando?
Visitadora - le estoy preguntando.
Ionesco - Foucault.
Visitadora - No.
Ionesco – Michail Foucault, 1981.
Visitadora- no. Albert Camus. Ni víctimas ni verdugos. Editorial reconstruir, 1976. Colección radar. 94 páginas. Tapa dura. Le doy otra oportunidad … La existencia del capitalismo sin opresión nacional es tan inconcebible como…
Ionesco - Stalin. Por quién me toma?!
Visitadora – Es verdad, lo subestimé. Le toca a usted.

Ionesco - En las revoluciones hay dos clases de personas; las que las hacen y las que se aprovechan de ellas.
Visitadora - Muy fácil. Napoleón Bonaparte. A ver esta: Hay que luchar y seguir luchando aunque solo sea previsible la derrota.
Ionesco - Mao.
Visitadora - Imputar la revolución…
Ionesco - Dos seguidas.
Visitadora - No se anima?
Ionesco - Dispare.
Visitadora - Imputar la revolución a los hombres es imputar la marea a las olas.
Ionesco - Hacer la revolución…
Visitadora - No me respondió.
Ionesco - Es obvio que es Brecht puro. Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni pintar un cuadro; no puede ser tan elegante…
Visitadora - Otra vez Mao…?
Ionesco- En todas las revoluciones siempre se ha dicho sobre todas las cosas…
Visitadora – Stalin. Todos los partidos de izquierda en occidente han fracasado en su intento de…
Ionesco – Rosa de Luxemburgo.Las ideas son más poderosas que las armas. Nosotros no dejamos que nuestros enemigos tengan armas.
Visitadora - (completa la frase) –Por qué dejaríamos que tuvieran ideas? No conoce otras?
Ionesco - A ver esta: Quiero ir con aquel a quien amo. No quiero calcular lo que cuesta. No quiero averiguar si es bueno. No quiero saber si me ama. Quiero ir con aquél a quien amo.
visitadora- No se, pero…
Ionesco - Brecht.
visitadora- Es hermosa.
Ionesco – Sin embargo, vivimos en la época de la cólera . Nuestra civilización buscó siempre la felicidad y no encontró sino la derrota, la desgracia, la muerte. Soy un hombre entre mil millones de hombres. Cómo mi voz podría hacerse oir?
(La Muda descubre que tiene el pelo suelto. Se mira las manos, se acaricia el pelo. Sus manos masajean su rostro y rozan sus labios. Comienza a lamerse los nudillos. Poco a poco como si fuera un gato la Muda empieza a chuparse las manos, el brazo, etc.) 
  
Visitadora – por qué son así las cosas? Por qué no nos amamos los unos a los otros? Por qué no nos amamos, o al menos, por qué no somos indiferentes? Usted cree en al amor Ionesco?
(La Muda, en paralelo,  continúa en su acción de lamerse como lo hace un gato.)
Ionesco - Ayer mi hija se había dormido sobre mi hombro, la boca entreabierta. Una gran fatiga en su rostro que no se advierte durante el día. Más silenciosa que nunca descansaba en la angustia. Tuve una gran piedad por ella, y a través de ella, de todos los seres que sufren porque existen. La besé suavemente para no despertarla, preguntándome si hacía bien en no despertarla. Porque no sé si la pesadilla diurna de la vida no es más terrible que la del sueño. Quisiera y no puedo aliviar su fardo existencial. El sufrimiento de los demás inspira piedad, amor verdadero. ¿Pero amaría uno a las personas que no sufrieran? 
No lo sé. Lo que sí sé es que no sabemos ya ver. No sabemos detenernos en medio de la agitación general y mirar, un instante, inmóviles, esa agitación misma. 
(la visitadora comienza a caminar hacia el) 
Pero los hombres dan vueltas y vueltas en su jaula, que es el planeta, porque se olvidaron que pueden mirar el cielo. ¿Cómo vivir, cómo vivir bien, cómo poseer al mundo, cómo gozarlo, cómo atracarnos de él, cómo producir objetos amables, instrumentos de nuestro placer, cómo gozar sin tener en cuenta a los demás o ni siquiera planteándose el problema de la felicidad o…
 (La visitadora se detiene muy cerca de su cuerpo y comienza a desabrocharse la camisa dejándola caer. Vemos su espalda desnuda, ocultando la figura de Ionesco. Sólo vemos la espalda desnuda de la visitadora social. Ionesco posa su mano y luego la otra. La acaricia, sus manos investigan esa porción de su cuerpo. Ahora se besan apasionadamente. Al mismo tiempo del beso la Muda se arranca una parte del camisón y vemos su pecho.
Paulatinamente el beso se realenta y la visitadora y Ionesco se van quedando dormidos en el sillón mientras se besan. La muda no se duerme, pero disminuye la intensidad de su acción.)

Diego Faturos.

Buenos Aires / 1984. Es actor, dramaturgo, docente y director de teatro.
Autor de "Vientos que zumban entre ladrillos" obra distinguida en los premios teatro del mundo 2006 y de "Amanda vuelve" -próximamente publicada en Interzona- premiada como mejor obra drama por revista Plaenando sobre BUE 2012. Actualmente se encuentra trabajando en una adaptación de una novela de Cervantes para un ciclo de autores organizado por el CECEBA y el Teatro Nacional Cervantes. 
contacto: diegofaturos@yahoo.com.ar

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