lunes, 24 de junio de 2013

Panamá sin amor. Mariano Tenconi Blanco

Aclaraciones preliminares:

La siguiente obra no es ni una obra ni un intento de ella sino un collage de textos que solo por el azar y el afán del lector pueden constituir alguna suerte de conjunto.
Los siguientes textos fueron escritos para un seminario de actuación titulado solemnemente “Teatro y Revolución”, que dicté en el Teatro San Martín en 2012. Situar nuestras ficciones en Panamá fue un pretexto y un capricho que, a la distancia, no puedo justificar de ninguna manera. Ese mismo azar hizo que casi todas las escenas hablaran de desamor, y a tan desgraciado hecho debemos tan desgraciado título.
Le agradezco especialmente a los actores y actrices que participaron del seminario. En David Szechtman  Patricio Ruiz, Federica Presa y Sofi Brihet quedan nombradas todas/os las/os que participaron, ya que para ellas/os fueron estos textos.



ESCENA I: PARQUE OMAR
ÉL:
Yo estaba en un pub con amigos. Habíamos salido del ensayo y tomábamos unas cervezas. Había bastante gente en nuestra mesa: un actor y una actriz de mi obra, dos o tres amigos y amigas de siempre, un fotógrafo puertorriqueño que vive aquí y que me sienta muy bien, una amiga de él –australiana- que me daba interesante conversación en inglés. Habíamos llegado (los dos actores y yo) a eso de las 9 45 pm al bar. Yo le había dicho que la pasaba a buscar a la salida del ensayo, a eso de las 10 pm. Pero el bar me demoró, y le dije que nos encontrábamos a las 11 pm. Pasé una buena hora y cuarto en el bar, y me tomé un taxi para allá.
Ella bajo a abrirme. Era una linda mujer. Tenía una musculosa blanca y una pollera roja, a lunares, como para picnic. Le pedí subir para dejar mi chamarra porque tenía la notebook, y después bajamos con dos cervezas en un bolso rumbo a Parque Omar. Si tú estuvieras escuchándome ahora, pues entonces ya sabrías que significa Parque Omar. Como el césped (ya de las 0 am) estaba muy mojado, ella decidió poner la lona (llevó una lona) en el camino de ¿cemento? y se sentó ahí. Consideré que tenía que acompañarla, y entonces me senté al lado de ella. Tomamos una cerveza. La conversación fue relajada. Yo no me sentía en obligación de nada, ni de impresionarla, ni de mostrarme sensible, ni de enamorarla; entonces me sentí bien, inteligente y dulce, pero con un poco de distancia. Seguramente eso fue infalible. O seguramente no, y no tuvo nada que ver lo que yo dijera. Pero uno cree que genera cosas en el otro, y ya no sé si no es simplemente el otro que vive una fantasía y uno la completa en más o en menos, con una cuota de azar tan grande que ni siquiera vale la pena hacer esfuerzos. No lo sé. En un momento la besé. Luego nos volvimos caminando a su apartamento. Íbamos a tomarnos la segunda cerveza allí.
Llegamos a su apartamento. Ni bien entramos, ella fue a su habitación a poner música. Me pidió ayuda para cargar los temas. Fui. Lo hice. Luego la volví a besar. Supuse que ya era el momento. La tiré en la cama. La seguí besando. Comencé a sacarle la ropa. Las canciones que ella había puesto eran todos hits de los ochenta. Le saqué la bombacha. Luego empecé a tocarla. Después le quité la musculosa y el sostén. La pollera picnic se la dejé. Sonaba Michael Jackson. Luego ella se subió encima de mí. Comenzó a besarme. Me chupó la pija. Con pasión. Con amor. Con verdadero amor. Pero no amor por mí. Amor por la actividad. Dedicación. Me la chupó durante mucho tiempo. Yo no pude evitar pensar en ti. En la última vez. En tu desgano. Ella se acercó y me dijo: “qué bueno que estés aquí”. Hubiera dado mi vida porque tú me dijeras eso. Hubiera dado mi vida porque fueras tú la que estuviera allí. Tuve ganas de llorar. La besé para contener las lágrimas. No me gustaba como besaba. Me gusta como besás tú. Te amo profundamente, y estoy desesperado. Ella me pone el condón. Canta Phil Collins. Cogemos. Lo hago bien, apoyándome en la dignidad que me queda. Ella acaba. Luego se esmera en posiciones imposibles para hacerme acabar a mí. Yo quiero acabar para que todo se termine: la noche, el sufrimiento; todo. Me acuerdo de nuestra primera cita en Parque Omar. Me acuerdo de nuestro primer beso. Me acuerdo de la primera vez que me dijiste “te amo”. ¿Dónde está todo eso? Me encantaría que esta historia terminara bien. Que terminara con un llamado tuyo, que terminara con un encuentro. Pero no. No habrá sorpresas. Cindy Lauper, y yo le pido a ella que me la mame. Cierro los ojos. Te imagino. Me corro pensando en ti. Me doy cuenta de que todo esto es muy triste.
Ella ya se fue al baño. Son las 4 am. Tengo ganas de llorar. Ella entra en la cama. Yo me doy vuelta para el otro lado y me echo a dormir. Me despierta mi teléfono a las 8. Lo había puesto temprano para irme temprano. Estoy con sueño, entonces decido apagarlo y seguir durmiendo.
Sueño contigo. Estamos en el mar Caribe, una mar de sueños, medio extraño. El sueño no es nada tan particular. Estamos en un bus tú, yo, y la amiga común que nos ha presentado.
Me levanto a las 11. En lugar de volverme en bus, decido volverme caminando por Av. Balboa, para pasar a dos cuadras de donde está tu apartamento, a ver si te veo andar.  No te veo. Vuelvo a mi apartamento y escribo esto. Te extraño y lloro mientras lo acabo.


ESCENA 2: LEMEBEL PANAMEÑO
Ella: Por primera vez llegabas a Los Santos, a dar una conferencia en la sede de la Universidad de Panamá.  Yo estaba perfumada y chiflada y toda toda como nunca. No, no soy de las que usan Chanel nambel tri. Pero estaba que si me vieras, Rubén, si me vieras. Me senté en la primera fila con una falda, Rubencete, una falda que no es de esas que ves por ahí. No, Ruby, no. Y si me reía, era verdadero. Y si te miraba, te miraba de verdad con la iris y con la pupila y con todo lo que traen mis ojitos pa’mirarte a vos.  A vos, que hablaste, tan simpático y socialista, tan obrero y tan vos; todavía no eras ni barbudito ni ministro. Tenías un pantalón un talle más grande que vos, una camiseta negra. Tu pantalón ancho y tu camisa y tu cara desbarbetada hablaban de Latinoamérica unida, y yo loca de locura bajo la falda con unas ganas jiferas de que Latinoamérica unida se figure en vos y en yo unidos hasta la Revolución, hasta mi embarazo o hasta que vos quieras, Ruben, hasta que vos quieras porque yo quiero para siempre. Yo quiero para siempre.
Dame un chance, Rub. Dame un chance.
Me imagino que me tirás en la cama como a la bandera yanqui, con desprecio, y que me poseés con amor de varón forzudo. Me imagino gritando como cachorra cochina en tu cama, me imagino siendo tu cantante. Ay, qué sucia me pongo. Perdoname.
Vos te sentaste, educadito, ahí.  Y hablaste de bien. Bueno, yo no sé como hablaste, Rub, porque la verdad es que yo no escuchaba con atención. Yo soy bruta, ya tú sabes. Pero yo te miraba embelesada. Tú decías palabras y palabras y palabras; por ahí uno se reía, por ahí otro hacía con la cabecica como que sí, como que sí; y yo que ni escuchaba nada, era todo ojos, yo; todo ojos. Ojos tuyos.
Y al fin terminaste la conferencia. Y te aplaudieron. Un berrinche hicieron. Asombroso ese aplauso. Largo. Muy largo fue. Yo estaba emocionada. Por vos, sí. Emocionada. Lágrimas me caían, Ruben Blades. Lágrimas. A mares me caían. Que parecía tu madre, sabés, de lo contenta, de lo orgullosa. Y ahí ya entonces pensé que era el momento. Ahí usted, Ruben, tan joven y lampiñado, caminando entre la multitud de niñas y niños con ideologías políticas que lo quería y lo quieren a usted por ser bueno. Y usted ahí, tan repleto de cordialidad, como sencillo si le dijera. Si te dijera. Que ya no quiero hablarte de usted. Y unas gentes que te decía “Ruben, Ruben” y vaya ahí el disco para que lo firme el Ruben. Y Ruben iba y venía de mejillazos y de lápiz que firma. Y entonces yo fui, a puro falda y taconazo de niña con ilusiones. Ahí nomás mi héroe sonoro. Mi hombrecillo. Mi hombre.
“Acá estás, Ruben. Al fin no vemos las caras”, le digo. Segura. Muy segura yo.
Y él me mira y me dice: “Recuerda, se ven las caras, pero nunca el corazón”.
Y me sonrió. Inocente. Tonto, diría. Tarado. Así. Se fue.
Se fue.
Yo lloré.
En ese momento lloré.
Y por años lloré.
Y sigo llorando.
Me abandonaste.
Me dejaste.
Yo esperaba otra cosa.
Yo esperaba que me mires el corazón.
Yo esperaba darte el corazón.
Y vos, Ruben, te fuíste como un tarado.
Huíste.
No te animaste.
Soy mucha hembra, lo sé.
No te animaste.
¿Te digo una cosa? Recuerda que el plástico se derrite si le da de lleno el sol.
Yo soy tu sol.
Te vas a querer morir cuando me veas, Rubén.
Y yo ahora no soy de nadie.
Mi corazón es solo mío.
Mi corazón es de plástico.


ESCENA 3: VIDEO
Javier sentado en una silla frente a una cámara.
Moisés acomoda la cámara.
De vez en vez, se pasan una cerveza.

JAVIER: Ya, ahuevado. ¿Ya tienes lista esa cámara?
MOISÉS: Espera. Espera. Que si llegamos a desconfigurar algo mi padre se pondrá rantán enoja’o.
JAVIER: Agarra los mangos bajito’s, ahuevazón.
MOISÉS: Ya, cangrejo. Ya.
JAVIER: Como no te calles te va un cafá.
MOISÉS: Como no te calles tú no te filma ni tu hermana, choborro.
JAVIER: Chucha, chambón eres. Media tarde llevamos.
MOISÉS: La ansiedad. La ansiedad. Vamos.
JAVIER: Estoy ansioso, compa.
MOISÉS: Ya está. Ahí veo la luz. Vamos. Montate el numerito.

Javier deja la cerveza.

JAVIER: Toma la pescuezona.
Ay, el papelillo. El papelillo.
MOISÉS: Improvisa, vamos, que esta mierda anda pa’carajo y si mi padre se entera que se la robamos, menuda rejera me va a dar.
JAVIER: Aquí está, aquí está.
(Saca el papel. Se sienta en la silla. Se dispone a leer.)
Amada Giovanna: Hemos decidido no hablarnos más, y en cierto sentido estoy cumpliendo con ello, ya que no estoy hablándote a ti sino a una cámara de video.
MOISÉS: Apura que hay una luz roja.
JAVIER: Cállate cuando grabas, Moisés.
MOISÉS: No. No, no, no. Se cortó. Se cortó. Su puta madre, Javier. Su puta madre.
JAVIER: Su puta madre. Su puta madre.
MOISÉS: Ha vuelto. Ha vuelto.
JAVIER: De agencia.
MOISÉS: Ha vuelto, sí.
Ya mejor salteas toda esa chucha de la introducción, Javier, que este aparato se apaga cuando quiere.
JAVIER: No, no puedo.
Vamos. De nuevo.
¿Listo?
MOISÉS: Acción.
JAVIER: ¿Qué?
MOISÉS: Que empieces, cabrón.
JAVIER: Tú cabrón, que dijiste que sí sabías grabar.
MOISÉS: Ya, vamos.
JAVIER: Ya.
Vamos.
Amada Giovanna: Hemos decidido no hablarnos más hace 4 meses, y en cierto sentido estoy cumpliendo con ello, ya que no estoy hablándote a ti sino a una cámara de video. Te estoy enviando este video porque hay algo que quiero decirte, y no me gustaría despedirme sin habértelo dicho. Giovanna, bueno, me da vergüenza decirlo porque está aquí este Moisés y me da vergüenza, ya tú sabes/
MOISÉS: No tengas vergüenza, compa, vamos.
JAVIER: Callate, Moisés.
Bueno, igual soltaré lo mío, si a la final él me cuenta sus problemas con Magdalena y yo no lo vacilo nada.
Y ya no voy a leer. (Deja el papel a un lado.)
Yo quería decirte que te amo mucho, y que nunca he amado a nadie como a ti. Sí, es cierto, sólo tuve dos novias antes. Pero una fue de 3 años y otra de 2. A ti, con solo 5 meses, ya puedo decirte que te he amado como nunca. Eres la mejor amante, la novia más linda, la que más me ha cuidado, la mejor amiga. Giovanna, no nos separemos. No quiero perderte. Se que estás viendo a alguien hace 3 meses, y eso me ha provocado mucho dolor. Nadie te ha querido como yo. De verdad. Yo era tu mejor amigo. Yo te conocía como nadie. Podíamos pasar horas hablando, jugando, riendo. Él es un chico más grande. ¿Qué sabe sobre ti? Yo te quiero más, mucho más. Dejalo. Seguro no te conviene. No lo sé. Soy joven y he encontrado pocas cosas que me gusten tanto. Mirar películas de animación, la patineta, el Grand Theft Auto para Play 2, y tú. Sólo eso. Y puedo vivir sin todo lo demás, pero sin ti no. Sín ti, no puedo vivir.
Yo pensaba lo siguiente: ¿por qué no podemos tener de nuevo la primera cita?
Así, de nuevo, como si no nos conociéramos. Iríamos al Parque Omar. Beberíamos refrescos. O no. O haríamos cosas distintas. No lo sé. No sé nada. Sólo sé que no quiero perderte. No voy a encontrar otra novia más hermosa.
Giovanna: te adoro, y te amo con verdadera amistad y generosidad y amor, mucho amor. Te amo con mucho amor. Nadie va a quererte como yo. Nadie va a darte así, todo lo que tenga en su corazón, porque sabe que tú eres la mejor. Yo sé eso, sí lo sé. Mis padres nunca han sido tan buenos conmigo. Mis amigos sí, pero bueno, es distinto. Siempre sentí que tenía miedo, ya tú sabes. Miedo de andar. Tú me hiciste perder ese miedo y sentirme feliz todo el tiempo. De eso también me he dado cuenta, Giovanna. Eres los momentos más hermosos que he vivido. Si ya no vuelves conmigo, sé que pasaré mi vida buscando que niña que me haga vivir lo que viví contigo.

Se quiebra.
Aparece Moisés a darle un abrazo, también movilizado.

MOISÉS: Muy bien amigo, muy bien. Eres un valiente.
JAVIER: ¿Qué haces? Tü debes ir para allá.
MOISÉS: Sí, sí, ya.
JAVIER: ¿Grabó todo?
MOISÉS: Todo.
JAVIER: Bueno, luego cortamos tu aparición.
MOISÉS: Sí.
JAVIER: Me falta lo de la canción, ahora.
¿Me avisas cuando estás listo?
MOISES: Ya voy, ya voy, ya voy.


Ya.

Pone play.
Suena música.
Moisés la para.

MOISÉS: ¿No precisas tu papel?
JAVIER: No, ésta me la sé.
MOISÉS: Vamos de nuevo.
JAVIER: No cortes ya, o te pego.
MOISÉS: Chiquisow. Chiquishow.
JAVIER: Ya.
MOISÉS: Sí.
Vamos.

Suena Adele “Someone like you”.
Javier traduce a la cámara.

(La primera línea corresponde a la canción de Adele, la segunda a Javier.)

 I heard that you're settled down.
Oí que te has establecido.
That you found a girl and you're married now.
Que encontraste a una chica, bueno, sería a un chico en tu caso, y que te has casado.
I heard that your dreams came true.
He oído que tus sueños se han hecho realidad (espero que esto no sea así).
Guess she gave you things I didn't give to you.
Supongo que te ha dado cosas que yo no te daba.
Old friend, why are you so shy?
Vieja amiga, ¿por qué eres tan tímida?
Ain't like you to hold back or hide from the light.
Yo no soy como tú, para reprimirme o esconderme de la luz.

I hate to turn up out of the blue uninvited.
Odio aparecer de la nada sin haber sido invitado.
But I couldn't stay away, I couldn't fight it.
Pero no podía quedarme lejos, no podía luchar contra eso (contra ese impulso, se refiere).
I had hoped you'd see my face.
Yo tenía la esperanza de que tú vieras mi cara.
And that you'd be reminded that for me it isn't over.
Y recordaras que para mí no se ha terminado.

Never mind, I'll find someone like you.
No lo olvides, voy a encontrar a alguien como tú.
I wish nothing but the best for you, too.
No te deseo nada más que lo mejor para ti, también.
Don't forget me, I beg.
No me olvides, te lo ruego.
I remember you said.
Recuerdo que dijiste.
Sometimes it lasts in love.
A veces el amor dura.
But sometimes it hurts instead.
Pero otras veces el amor duele.
Sometimes it lasts in love.
A veces el amor dura.
But sometimes it hurts instead, yeah.
Pero otras veces el amor duele. Yeah. Sí.


You know how the time flies.
Tú sabes como el tiempo vuela.
Only yesterday was the time of our lives.
Tan solo ayer era el tiempo de nuestras vidas…
We were born and raised in a summer haze.
En que nacíamos y crecíamos en la bruma de verano (esto no lo comprendo).
Bound by the surprise of our glory days.
Seguros por la sorpresa de nuestros días de gloria.

I hate to turn up out of the blue uninvited.
Odio aparecer de la nada sin haber sido invitado.
But I couldn't stay away, I couldn't fight it.
Pero no podía quedarme lejos, no podía luchar contra eso (contra ese impulso, se refiere).
I had hoped you'd see my face.
Yo tenía la esperanza de que tú vieras mi cara.
And that you'd be reminded that for me it isn't over.
Y recordaras que para mí no se ha terminado.

Never mind, I'll find someone like you.
No lo olvides, voy a encontrar a alguien como tú.
I wish nothing but the best for you, too.
No te deseo nada más que lo mejor para ti, también.
Don't forget me, I beg.
No me olvides, te lo ruego.
I remember you said.
Recuerdo que dijiste.
Sometimes it lasts in love.
A veces el amor dura.
But sometimes it hurts instead.
Pero otras veces el amor duele.

Nothing compares.
Nada se compara.
No worries or cares.
No te preocupes o te inquietes.
Regrets and mistakes, they're memories made.
Los remordimientos y los errores son creados por la memoria.
Who would have known how bittersweet this would taste?
¿Quién hubiera sabido lo agridulce que esto sabría?

Never mind, I'll find someone like you.
No lo olvides, voy a encontrar a alguien como tú.
I wish nothing but the best for you, too.
No te deseo nada más que lo mejor para ti, también.
Don't forget me, I beg.
No me olvides, te lo ruego.
I remember you said.
Recuerdo que dijiste.
Sometimes it lasts in love.
A veces el amor dura.
But sometimes it hurts instead.
Pero otras veces el amor duele.

Y lo dice otra vez más.
Nevermind, no lo olvides voy a encontrar a alguien como tú, y toda esa vaina.


ESCENA 4: CINE
ELLA:
¿La nuestra es una historia de amor? No lo sé. La verdad, no lo sé. ¿La amistad es amor? En cierta forma sí. Pero lo nuestro no es amistad. Digamos la verdad: amigas no somos.
Sea lo que sea que seamos ahora, no éramos nada esa noche en la que nos encontrábamos en la puerta del cine. Yo llegué antes. Tú me habías dicho por message text “mirá que seguramente llegue 5 later”. Me pareció un lindo plan esperarte. Te iba a esperar con agrado. Tardé mucho en elegir la ropa. Tú te vistes súper bien. Eres muy cool. Yo no quería forzar lo cool que no soy, pero no quería parecer una nerd horrenda. Por eso tardé. Bueno, tardé para mis tiempos, me habré tomado unos diez minutos.  Me vestí rockerita reventada, pensé que eso iba a gustarte. Y ahí estaba, de rockerita reventada, esperando esos five que fueron ten. Just ten.  Llegaste con unos pantalones medio calzas, con cuero, awesome. No puede tener tanta onda, pensé.  No se lo voy a decir, pensé también. Y sí te dije “dura 132 minutos, y está basada en una historia real, ¿tú estás segura?”. Entendiste que mi afán de sembrar dudas eran puras ganas de no entrar al cine, y a los tres minutos caminábamos juntas. Fuímos a un bar a unas cuadras al que yo ya había ido muchas veces. Hablamos mucho. Te dije “no puedes tener tanta onda”. Para sumo de males me caías, me caes, tan bien. Tan.  Horas pasaron. Nos fuimos a cenar a otro lugar, pero cuando llegamos ya estaba cerrado. Entonces fuimos a otro lugar. Estábamos andando por barrios prohibidos ya. Por barrios por donde nos podía ver gente, amigos de tu marido, no lo sé. Podíamos no levantar sospechas, tan solo dos amigas tomando algo. Pero mejor si no nos veía nadie. Definitivamente. Por ti.  Alguno saludamos en este último bar.  Y yo no puedo recordar: ¿de qué hablábamos?
Quiero reconstruir eso. Quiero reconstruir todo. Difícilmente volvamos a vernos. Déjame reconstruirlo todo. No las palabras. No lo que me dijiste, no lo que te dije. Déjame reconstruir tus ojos, tus manos, los colores de tu cabello, tu mirada inocente, segura, dulce, sincera, tu mirada amable. En ningún momento estuviste seduciéndome, y por eso mismo no dejaste de seducirme ni un minuto. Eres espontánea, sincera, franca. Preguntas cuando no sabes. No estás en pose. Eres amable. Halagas sin problemas. Eres hermosa y no lo sobreactuás. Eres lo más hermosa que puedes decir. Nadie, con tanta hermosura, podría ser tan hermosa como tú lo eres. Eres hermosa porque simplemente eres. Porque simplemente conversas. Porque es imposible entender cómo pasamos casi 5 horas conversando y yo no puedo recordar nada, y a su vez, no hay nada que pueda olvidarme.  Nada de ti. ¿Quién te enseño a mirar, a hablar, a sonreír? Si fue un hombre, vayan a él mis respetos. Yo creería que sólo una mujer puede enseñarle a otra mujer a ser tan perfecta.
Finalmente fuimos al último bar, ambas ya bastante borrachas, pero todavía ni siquiera amigas. Allí, de nuevo, otros conocidos. Pedímos la última cerveza. De allí caminaríamos hasta tu casa -yo te acompañaría- y luego yo retornaría a mi casa, mucho más lejos, en un taxi. Era mi deber de rockerita, ya tú sabes.  Ni habíamos caminado tres bloques que ya no estábamos besando desenfrenadamente. Yo te besaba con pasión, con amor. Eres tan hermosa. Y también te besaba satisfecha: ya nada más necesitaba, besar tu boca hermosa, besarte, con lo bien que besas, ya era para mí el hermoso final del paseo. Llegamos a la puerta de tu apartamento, y allí me sorprendiste. Me miraste con esos ojos que nunca jamás podré explicar, me miraste hermosa y sincera y sexual y niña, me miraste y me dijiste “¿quieres subir?”.  Yo estaba segura que tu vivías con él, no entendí, supongo que te dije “¿pero no está él?”. “No, yo no vivo con él”, me dijiste. Creo que disimulé, que dije “bueno, sí, podría subir entonces”, pero dentro de mí pensaba “menos mal que no sabía esto porque habría estado toda la noche pensando en dormir contigo”.
Cuando subíamos la escalera me miraste con esa ternura tuya que no puede ser más verdadera y me dijiste “ahora tengo 11 años”.  No hay ni habrá jamás forma de que yo te explique lo hermosa que fuiste diciéndome eso. No la hay. Simplemente te observé, sobrepasada por lo inagotable de tu estética. Subimos a tu casa. Quise tranquilizarte, decirte que beberíamos algo y que no había obligación de nada. Serviste dos whiskys. Ni siquiera los probamos que ya estábamos desnudándonos, en la cocina. En un momento sentí que lo mejor era ir a la cama, y lo hicimos. Todo fue muy bello. Dulce, intenso, amigable, apasionado. Ambas lo pasamos bien. Fue todo absolutamente amoroso: tu piel, la forma de besarnos, la forma de amarnos. Sentí muchas ganas de dormir muy abrazada a ti. No te amo, no me amas, pero definitivamente tenía ganas de abrazarte. ¿Cómo se llama eso? ¿Qué nombre tiene? ¿Por qué es tan prohibido?¿Por qué no puedo verte de nuevo? Quizás la próxima vez sí vayamos al cine. Quizás no hagamos el amor, tan solo durmamos abrazadas. Quizás ninguna de ambas. No lo sé. No entiendo porqué no se puede ser más sinceros. 
Al otro día nos levantamos y desayunamos juntos. Yo decidí que tomaría el café negro, sólo, sin leche y sin azúcar. Sentía que eso me hacía adulta. Tomar el café negro, sólo. Tú me miraste, con amor y dulzura, como lo hacés todo, me sonreíste, y ahí, sin más, me lo contaste. “Estoy embarazada”.
Fue hermoso, y real, y amoroso, y definitivo. Fue todo lo que tú eres.
Estoy segura de algo: ese niño o niña será absolutamente feliz.
Yo no quiero nunca dejar de verte. Más no sea visitarte, mirar cartoons juntos, los tres. Solo pienso en eso, en que no quiero dejar de verte. No sé quién eres, pero quiero que seas parte de mi vida, y yo de la tuya. Hicimos bien en no ver esa película de 132 minutos.



ESCENA 5: TATAI
ELLA:
Escuchabas a ese músico africano, ahí todo con tu ondita, tan argentino y tan sólido y tan cool, y todo te quedaba tan de agencia. “Nos re gustamos”, me dijiste. Y yo no entendí que significaba eso, bien, pero me di cuenta que “nos re gustamos” tú también. 
Tú eres rantán lindo y rantán seguro de ti mismo. Eres más grande que yo,  sí. Eres exactamente 8 años y 3 semanas más grande que yo.
Pero no es que yo me deje impresionar por esa diferencia, no. Simplemente te veo allí tirado, en mi cama, con mi computadora, escuchando a esa música con la que esperas impresionarme. “Yambo”, de Salif Keita, leo. “Keitá”, lo dicés tú, así medio francés-medio guarrito argentino. Me tiro encima de ti y nos besamos, largo. A ti te gustan los besos largos a mí me gustan que a ti te guste besarme largo. Me tomaste por la cintura y me besaste, cuidando que no me caiga y cuidando que no se cayera la notebook. Tú lo cuidabas todo, siempre.
Me miraste a los ojos como de un modo eterno. Parecía que querías que esa mirada tuya fuera mía para siempre. Me miraste y te mire. Te besé el cuello para que no vieras las lágrimas que empezaban a aparecer en mis ojos. No quería que me abrazaras. No quería que me dijeras que no me olvidarías. Quería que me hicieras el amor. Y lo hiciste. Me sacaste la ropa muy suave, con mucho amor. Hicimos el amor. Yo no podía estar triste pero al mismo tiempo estaba muy excitada. Me corrí muchas veces. Nunca me había corrido tantas veces, ni contigo ni con ningún otro antes. “Qué bien cogés”, me dijiste. “Qué bien cogés vos”, pensé. No te dije nada. Te abracé bien fuerte. Bien bien fuerte. Sentí algo nuevo. Algo que no había sentido en toda esa tarde. Algo más original que la música de tu africano. Pensé: “me vale verga si tú te vas de Panamá, lo que yo siento por vos no se irá nunca de mí”. Sentía que me habías regalado un nuevo cuerpo, una nueva forma de sentir, de amar.
¿Recuerdas lo que me dijiste la primera vez que estuvimos juntos? Me dijiste “yo te voy a hacer amar con el cuerpo y con el corazón como nunca amaste”. Bueno, lo has logrado.
¿Te extrañaré? Claro. Te extrañaré horrores. En ese abrazo ya estaba extrañándote, ya estaba extrañando todo lo que se iría contigo. Pero por otro lado, no podía dejar de sonreír por todo lo que me dejabas, por todo lo de ti que sería siempre mío. Sonreí y lloré. Nunca me había pasado. Sonreí  y lloré. Eras un amante y un hermano mayor. Me habías hecho mejor. Yo sentía que podía dejarte ir. Sentía que te amaba, sí, y eso tú ya lo sabías. Pero sabía que podría vivir sin ti, ser feliz. Sabía que vos debías irte. Sabía que te amaría por siempre, que te recordaría por siempre, que siempre serías una parte de mí.
Sonreí. Tú terminaste de preparar tu bolso. Yo salí para buscar helado. Nos encantaba tomar helado juntos. Tomamos el helado, te ayudé a cerrar el bolso, y fuimos juntos, felices, hasta el Aeropuerto de Tocumen. Yo conduje hasta allí, mi padre me prestó su carro. El viaje fue hermoso, ya no escuchábamos a tu africano sino la radio, y nos reíamos, y bailábamos. Llegamos, hicimos los trámites, nada tenía ese sabor triste de la despedida. Llego, en determinado momento, el adiós definitivo, la puerta que yo ya no podía pasar. Tú me miraste. Habíamos quedado en no hacer una despedida llena de lágrimas. Yo me sentía bien como para eso. Tú también. “No seamos solemnes, chiquita”, me dijiste. Y llegado el momento me miraste, me besaste suave, lento, apenas tocando mis labios, y luego me dijiste “¿y si sos el amor de mi vida?”, y te alejaste. Yo sólo pude decirte “tatai”. Sólo eso. En el viaje de regreso a mi casa no pude parar de llorar. Tuve miedo de accidentarme con el carro, mis ojos inundados no me dejaban ver. Siento un ahogo aquí, en el pecho. Siento que te extraño. Siento la mentira que me dije a mí misma, de que siempre vivirías dentro mío. No te quiero dentro de mí, te quiero a mi lado, riendo, besándome, tocándome.
Había prometido no hacer todo eso. Sé que Buenos Aires es tu casa y Panamá es la mía. Sé que hablamos todo esto, lo sé, pero son tres días en los que no puedo parar de llorar, y al menos quiero decírtelo. “Vuelve”. Por favor. “Vuelve”. O voy yo. No me importa. Nada me importa. Nada más que estar contigo. Jamás en mi vida creí que era posible sentir esto.  ¿Es lo que querías? Mi cuerpo y mi corazón son tuyos. Sin ti no puedo seguir viviendo. Tu cuerpo es mi hogar. Haz algo. Tú me enseñaste a sentir así. Por favor. Haz algo.

Mariano Tenconi Blanco
Buenos Aires, Argentina

2012
Mariano Tenconi Blanco
Dramaturgo y Director de Teatro

Nacido en Buenos Aires, Argentina, en 1982.

Escribió y dirigió el ciclo “Canciones de amor para hacer la Revolución”, con Montevideo es mi futuro eterno en 2010 y Lima Japón Bonsai en 2011 (editada por Libros Drama). También Quiero decir te amo (2012, editada por Libros Drama). Escribió, junto a ocho autores, el libreto de la ópera Mentir (sobre Ada Falcón) estrenada en el CETC (Teatro Colón).  Participó del festival de teatro de Querétaro,  México, donde escribió una obra dirigida por Tamilla Woodard y dirigió otra de A. Cárcamo. Participó de Long Distance Affaire, teatro vía skype realizado en Nueva York. Escribió I can`t swim, dirigida por Ana Marguineanu. Participará nuevamente de este ciclo como director, para el Edimburgh Festival Fringe. En octubre de 2013 estrenará como régisseur la ópera La Libertad Total en el TACEC.

Te invitamos a compartir este comundrama haciendo clic en el icono de tu red social favorita, aquí debajo. De esta manera colaboras para que el material se difunda y mas personas publiquen por este medio. Saludos y muchas gracias. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario