Aclaraciones
preliminares:
La
siguiente obra no es ni una obra ni un intento de ella sino un collage de
textos que solo por el azar y el afán del lector pueden constituir alguna
suerte de conjunto.
Los
siguientes textos fueron escritos para un seminario de actuación titulado
solemnemente “Teatro y Revolución”, que dicté en el Teatro San Martín en 2012.
Situar nuestras ficciones en Panamá fue un pretexto y un capricho que, a la
distancia, no puedo justificar de ninguna manera. Ese mismo azar hizo que casi
todas las escenas hablaran de desamor, y a tan desgraciado hecho debemos tan
desgraciado título.
Le
agradezco especialmente a los actores y actrices que participaron del
seminario. En David Szechtman Patricio Ruiz, Federica Presa y Sofi Brihet
quedan nombradas todas/os las/os que participaron, ya que para ellas/os fueron
estos textos.
ESCENA I: PARQUE OMAR
ÉL:
Yo estaba en un pub con amigos.
Habíamos salido del ensayo y tomábamos unas cervezas. Había bastante gente en
nuestra mesa: un actor y una actriz de mi obra, dos o tres amigos y amigas de
siempre, un fotógrafo puertorriqueño que vive aquí y que me sienta muy bien,
una amiga de él –australiana- que me daba interesante conversación en inglés. Habíamos
llegado (los dos actores y yo) a eso de las 9 45 pm al bar. Yo le había dicho
que la pasaba a buscar a la salida del ensayo, a eso de las 10 pm. Pero el bar
me demoró, y le dije que nos encontrábamos a las 11 pm. Pasé una buena hora y
cuarto en el bar, y me tomé un taxi para allá.
Ella bajo a abrirme. Era una
linda mujer. Tenía una musculosa blanca y una pollera roja, a lunares, como
para picnic. Le pedí subir para dejar mi chamarra porque tenía la notebook, y
después bajamos con dos cervezas en un bolso rumbo a Parque Omar. Si tú
estuvieras escuchándome ahora, pues entonces ya sabrías que significa Parque
Omar. Como el césped (ya de las 0 am) estaba muy mojado, ella decidió poner la
lona (llevó una lona) en el camino de ¿cemento? y se sentó ahí. Consideré que
tenía que acompañarla, y entonces me senté al lado de ella. Tomamos una
cerveza. La conversación fue relajada. Yo no me sentía en obligación de nada,
ni de impresionarla, ni de mostrarme sensible, ni de enamorarla; entonces me
sentí bien, inteligente y dulce, pero con un poco de distancia. Seguramente eso
fue infalible. O seguramente no, y no tuvo nada que ver lo que yo dijera. Pero
uno cree que genera cosas en el otro, y ya no sé si no es simplemente el otro
que vive una fantasía y uno la completa en más o en menos, con una cuota de
azar tan grande que ni siquiera vale la pena hacer esfuerzos. No lo sé. En un
momento la besé. Luego nos volvimos caminando a su apartamento. Íbamos a
tomarnos la segunda cerveza allí.
Llegamos a su apartamento. Ni bien
entramos, ella fue a su habitación a poner música. Me pidió ayuda para cargar
los temas. Fui. Lo hice. Luego la volví a besar. Supuse que ya era el momento.
La tiré en la cama. La seguí besando. Comencé a sacarle la ropa. Las canciones
que ella había puesto eran todos hits de los ochenta. Le saqué la bombacha.
Luego empecé a tocarla. Después le quité la musculosa y el sostén. La pollera
picnic se la dejé. Sonaba Michael Jackson. Luego ella se subió encima de mí.
Comenzó a besarme. Me chupó la pija. Con pasión. Con amor. Con verdadero amor.
Pero no amor por mí. Amor por la actividad. Dedicación. Me la chupó durante
mucho tiempo. Yo no pude evitar pensar en ti. En la última vez. En tu desgano.
Ella se acercó y me dijo: “qué bueno que estés aquí”. Hubiera dado mi vida
porque tú me dijeras eso. Hubiera dado mi vida porque fueras tú la que
estuviera allí. Tuve ganas de llorar. La besé para contener las lágrimas. No me
gustaba como besaba. Me gusta como besás tú. Te amo profundamente, y estoy
desesperado. Ella me pone el condón. Canta Phil Collins. Cogemos. Lo hago bien,
apoyándome en la dignidad que me queda. Ella acaba. Luego se esmera en
posiciones imposibles para hacerme acabar a mí. Yo quiero acabar para que todo
se termine: la noche, el sufrimiento; todo. Me acuerdo de nuestra primera cita
en Parque Omar. Me acuerdo de nuestro primer beso. Me acuerdo de la primera vez
que me dijiste “te amo”. ¿Dónde está todo eso? Me encantaría que esta historia
terminara bien. Que terminara con un llamado tuyo, que terminara con un
encuentro. Pero no. No habrá sorpresas. Cindy Lauper, y yo le pido a ella que
me la mame. Cierro los ojos. Te imagino. Me corro pensando en ti. Me doy cuenta
de que todo esto es muy triste.
Ella ya se fue al baño. Son las 4
am. Tengo ganas de llorar. Ella entra en la cama. Yo me doy vuelta para el otro
lado y me echo a dormir. Me despierta mi teléfono a las 8. Lo había puesto
temprano para irme temprano. Estoy con sueño, entonces decido apagarlo y seguir
durmiendo.
Sueño contigo. Estamos en el mar
Caribe, una mar de sueños, medio extraño. El sueño no es nada tan particular.
Estamos en un bus tú, yo, y la amiga común que nos ha presentado.
Me levanto a las 11. En lugar de
volverme en bus, decido volverme caminando por Av. Balboa, para pasar a dos
cuadras de donde está tu apartamento, a ver si te veo andar. No te veo. Vuelvo a mi apartamento y escribo
esto. Te extraño y lloro mientras lo acabo.
ESCENA 2: LEMEBEL
PANAMEÑO
Ella: Por primera vez llegabas a Los
Santos, a dar una conferencia en la sede de la Universidad de Panamá. Yo estaba perfumada y chiflada y toda toda
como nunca. No, no soy de las que usan Chanel nambel tri. Pero estaba que si me
vieras, Rubén, si me vieras. Me senté en la primera fila con una falda,
Rubencete, una falda que no es de esas que ves por ahí. No, Ruby, no. Y si me
reía, era verdadero. Y si te miraba, te miraba de verdad con la iris y con la
pupila y con todo lo que traen mis ojitos pa’mirarte a vos. A vos, que hablaste, tan simpático y
socialista, tan obrero y tan vos; todavía no eras ni barbudito ni ministro.
Tenías un pantalón un talle más grande que vos, una camiseta negra. Tu pantalón
ancho y tu camisa y tu cara desbarbetada hablaban de Latinoamérica unida, y yo
loca de locura bajo la falda con unas ganas jiferas de que Latinoamérica unida
se figure en vos y en yo unidos hasta la Revolución, hasta mi embarazo o hasta
que vos quieras, Ruben, hasta que vos quieras porque yo quiero para siempre. Yo
quiero para siempre.
Dame un chance, Rub. Dame un
chance.
Me imagino que me tirás en la
cama como a la bandera yanqui, con desprecio, y que me poseés con amor de varón
forzudo. Me imagino gritando como cachorra cochina en tu cama, me imagino
siendo tu cantante. Ay, qué sucia me pongo. Perdoname.
Vos te sentaste, educadito,
ahí. Y hablaste de bien. Bueno, yo no sé
como hablaste, Rub, porque la verdad es que yo no escuchaba con atención. Yo
soy bruta, ya tú sabes. Pero yo te miraba embelesada. Tú decías palabras y
palabras y palabras; por ahí uno se reía, por ahí otro hacía con la cabecica
como que sí, como que sí; y yo que ni escuchaba nada, era todo ojos, yo; todo
ojos. Ojos tuyos.
Y al fin terminaste la
conferencia. Y te aplaudieron. Un berrinche hicieron. Asombroso ese aplauso.
Largo. Muy largo fue. Yo estaba emocionada. Por vos, sí. Emocionada. Lágrimas
me caían, Ruben Blades. Lágrimas. A mares me caían. Que parecía tu madre,
sabés, de lo contenta, de lo orgullosa. Y ahí ya entonces pensé que era el
momento. Ahí usted, Ruben, tan joven y lampiñado, caminando entre la multitud
de niñas y niños con ideologías políticas que lo quería y lo quieren a usted
por ser bueno. Y usted ahí, tan repleto de cordialidad, como sencillo si le
dijera. Si te dijera. Que ya no quiero hablarte de usted. Y unas gentes que te
decía “Ruben, Ruben” y vaya ahí el disco para que lo firme el Ruben. Y Ruben
iba y venía de mejillazos y de lápiz que firma. Y entonces yo fui, a puro falda
y taconazo de niña con ilusiones. Ahí nomás mi héroe sonoro. Mi hombrecillo. Mi
hombre.
“Acá estás, Ruben. Al fin no vemos las caras”, le digo. Segura. Muy
segura yo.
Y él me mira y me dice: “Recuerda, se ven las caras, pero nunca el
corazón”.
Y me sonrió. Inocente. Tonto, diría. Tarado. Así. Se fue.
Se fue.
Yo lloré.
En ese momento lloré.
Y por años lloré.
Y sigo llorando.
Me abandonaste.
Me dejaste.
Yo esperaba otra cosa.
Yo esperaba que me mires el corazón.
Yo esperaba darte el corazón.
Y vos, Ruben, te fuíste como un tarado.
Huíste.
No te animaste.
Soy mucha hembra, lo sé.
No te animaste.
¿Te digo una cosa? Recuerda que el plástico se derrite si le da de
lleno el sol.
Yo soy tu sol.
Te vas a querer morir cuando me veas, Rubén.
Y yo ahora no soy de nadie.
Mi corazón es solo mío.
Mi corazón es de plástico.
ESCENA 3: VIDEO
Javier sentado en una silla
frente a una cámara.
Moisés acomoda la cámara.
De vez en vez, se pasan una
cerveza.
JAVIER: Ya, ahuevado. ¿Ya tienes lista esa cámara?
MOISÉS: Espera. Espera. Que si llegamos a desconfigurar algo mi padre
se pondrá rantán enoja’o.
JAVIER: Agarra los mangos bajito’s, ahuevazón.
MOISÉS: Ya, cangrejo. Ya.
JAVIER: Como no te calles te va un cafá.
MOISÉS: Como no te calles tú no te filma ni tu hermana, choborro.
JAVIER: Chucha, chambón eres. Media tarde llevamos.
MOISÉS: La ansiedad. La ansiedad. Vamos.
JAVIER: Estoy ansioso, compa.
MOISÉS: Ya está. Ahí veo la luz. Vamos. Montate el numerito.
Javier deja la cerveza.
JAVIER: Toma la pescuezona.
Ay, el papelillo. El papelillo.
MOISÉS: Improvisa, vamos, que esta mierda anda pa’carajo y si mi padre
se entera que se la robamos, menuda rejera me va a dar.
JAVIER: Aquí está, aquí está.
(Saca el papel. Se sienta en la
silla. Se dispone a leer.)
Amada Giovanna: Hemos decidido no hablarnos más, y en cierto sentido
estoy cumpliendo con ello, ya que no estoy hablándote a ti sino a una cámara de
video.
MOISÉS: Apura que hay una luz roja.
JAVIER: Cállate cuando grabas, Moisés.
MOISÉS: No. No, no, no. Se cortó. Se cortó. Su puta madre, Javier. Su
puta madre.
JAVIER: Su puta madre. Su puta madre.
MOISÉS: Ha vuelto. Ha vuelto.
JAVIER: De agencia.
MOISÉS: Ha vuelto, sí.
Ya mejor salteas toda esa chucha de la introducción, Javier, que este
aparato se apaga cuando quiere.
JAVIER: No, no puedo.
Vamos. De nuevo.
¿Listo?
MOISÉS: Acción.
JAVIER: ¿Qué?
MOISÉS: Que empieces, cabrón.
JAVIER: Tú cabrón, que dijiste que sí sabías grabar.
MOISÉS: Ya, vamos.
JAVIER: Ya.
Vamos.
Amada Giovanna: Hemos decidido no hablarnos más hace 4 meses, y en
cierto sentido estoy cumpliendo con ello, ya que no estoy hablándote a ti sino
a una cámara de video. Te estoy enviando este video porque hay algo que quiero
decirte, y no me gustaría despedirme sin habértelo dicho. Giovanna, bueno, me
da vergüenza decirlo porque está aquí este Moisés y me da vergüenza, ya tú
sabes/
MOISÉS: No tengas vergüenza, compa, vamos.
JAVIER: Callate, Moisés.
Bueno, igual soltaré lo mío, si a la final él me cuenta sus problemas
con Magdalena y yo no lo vacilo nada.
Y ya no voy a leer. (Deja el
papel a un lado.)
Yo quería decirte que te amo mucho, y que nunca he amado a nadie como
a ti. Sí, es cierto, sólo tuve dos novias antes. Pero una fue de 3 años y otra
de 2. A ti, con solo 5 meses, ya puedo decirte que te he amado como nunca. Eres
la mejor amante, la novia más linda, la que más me ha cuidado, la mejor amiga.
Giovanna, no nos separemos. No quiero perderte. Se que estás viendo a alguien
hace 3 meses, y eso me ha provocado mucho dolor. Nadie te ha querido como yo.
De verdad. Yo era tu mejor amigo. Yo te conocía como nadie. Podíamos pasar
horas hablando, jugando, riendo. Él es un chico más grande. ¿Qué sabe sobre ti?
Yo te quiero más, mucho más. Dejalo. Seguro no te conviene. No lo sé. Soy joven
y he encontrado pocas cosas que me gusten tanto. Mirar películas de animación,
la patineta, el Grand Theft Auto para Play 2, y tú. Sólo eso. Y puedo vivir sin
todo lo demás, pero sin ti no. Sín ti, no puedo vivir.
Yo pensaba lo siguiente: ¿por qué no podemos tener de nuevo la primera
cita?
Así, de nuevo, como si no nos conociéramos. Iríamos al Parque Omar.
Beberíamos refrescos. O no. O haríamos cosas distintas. No lo sé. No sé nada.
Sólo sé que no quiero perderte. No voy a encontrar otra novia más hermosa.
Giovanna: te adoro, y te amo con verdadera amistad y generosidad y
amor, mucho amor. Te amo con mucho amor. Nadie va a quererte como yo. Nadie va
a darte así, todo lo que tenga en su corazón, porque sabe que tú eres la mejor.
Yo sé eso, sí lo sé. Mis padres nunca han sido tan buenos conmigo. Mis amigos
sí, pero bueno, es distinto. Siempre sentí que tenía miedo, ya tú sabes. Miedo
de andar. Tú me hiciste perder ese miedo y sentirme feliz todo el tiempo. De
eso también me he dado cuenta, Giovanna. Eres los momentos más hermosos que he
vivido. Si ya no vuelves conmigo, sé que pasaré mi vida buscando que niña que
me haga vivir lo que viví contigo.
Se quiebra.
Aparece Moisés a darle un abrazo, también
movilizado.
MOISÉS: Muy
bien amigo, muy bien. Eres un valiente.
JAVIER: ¿Qué
haces? Tü debes ir para allá.
MOISÉS: Sí,
sí, ya.
JAVIER:
¿Grabó todo?
MOISÉS:
Todo.
JAVIER:
Bueno, luego cortamos tu aparición.
MOISÉS: Sí.
JAVIER: Me
falta lo de la canción, ahora.
¿Me avisas
cuando estás listo?
MOISES: Ya
voy, ya voy, ya voy.
Ya.
Pone play.
Suena música.
Moisés la para.
MOISÉS: ¿No
precisas tu papel?
JAVIER: No,
ésta me la sé.
MOISÉS:
Vamos de nuevo.
JAVIER: No
cortes ya, o te pego.
MOISÉS:
Chiquisow. Chiquishow.
JAVIER: Ya.
MOISÉS: Sí.
Vamos.
Suena Adele “Someone like you”.
Javier traduce a la cámara.
(La primera línea corresponde a la canción
de Adele, la segunda a Javier.)
I heard that you're settled down.
Oí que te
has establecido.
That you found a girl and you're
married now.
Que
encontraste a una chica, bueno, sería a un chico en tu caso, y que te has
casado.
I heard that your dreams came true.
He oído que
tus sueños se han hecho realidad (espero que esto no sea así).
Guess she gave you things I didn't
give to you.
Supongo que
te ha dado cosas que yo no te daba.
Old friend, why are you so shy?
Vieja amiga,
¿por qué eres tan tímida?
Ain't like you to hold back or hide
from the light.
Yo no soy
como tú, para reprimirme o esconderme de la luz.
I hate to turn up out of the blue
uninvited.
Odio
aparecer de la nada sin haber sido invitado.
But I couldn't stay away, I couldn't
fight it.
Pero no podía
quedarme lejos, no podía luchar contra eso (contra ese impulso, se refiere).
I had hoped you'd see my face.
Yo tenía la
esperanza de que tú vieras mi cara.
And that you'd be reminded that for
me it isn't over.
Y recordaras
que para mí no se ha terminado.
Never mind, I'll find someone like
you.
No lo
olvides, voy a encontrar a alguien como tú.
I wish nothing but the best for you,
too.
No te deseo
nada más que lo mejor para ti, también.
Don't forget me, I beg.
No me
olvides, te lo ruego.
I remember you said.
Recuerdo que dijiste.
Sometimes it lasts in love.
A veces el
amor dura.
But sometimes it hurts instead.
Pero otras
veces el amor duele.
Sometimes it lasts in love.
A veces el
amor dura.
But sometimes it hurts instead,
yeah.
Pero otras
veces el amor duele. Yeah. Sí.
You know how the time flies.
Tú sabes
como el tiempo vuela.
Only yesterday was the time of our
lives.
Tan solo
ayer era el tiempo de nuestras vidas…
We were born and raised in a summer
haze.
En que
nacíamos y crecíamos en la bruma de verano (esto no lo comprendo).
Bound by the surprise of our glory
days.
Seguros por
la sorpresa de nuestros días de gloria.
I hate to turn up out of the blue
uninvited.
Odio
aparecer de la nada sin haber sido invitado.
But I couldn't stay away, I couldn't
fight it.
Pero no podía
quedarme lejos, no podía luchar contra eso (contra ese impulso, se refiere).
I had hoped you'd see my face.
Yo tenía la
esperanza de que tú vieras mi cara.
And that you'd be reminded that for
me it isn't over.
Y recordaras
que para mí no se ha terminado.
Never mind, I'll find someone like
you.
No lo
olvides, voy a encontrar a alguien como tú.
I wish nothing but the best for you,
too.
No te deseo
nada más que lo mejor para ti, también.
Don't forget me, I beg.
No me
olvides, te lo ruego.
I remember you said.
Recuerdo que dijiste.
Sometimes it lasts in love.
A veces el
amor dura.
But sometimes it hurts instead.
Pero otras
veces el amor duele.
Nothing
compares.
Nada se
compara.
No worries
or cares.
No te
preocupes o te inquietes.
Regrets and mistakes, they're
memories made.
Los
remordimientos y los errores son creados por la memoria.
Who would have known how bittersweet
this would taste?
¿Quién
hubiera sabido lo agridulce que esto sabría?
Never mind, I'll find someone like
you.
No lo
olvides, voy a encontrar a alguien como tú.
I wish nothing but the best for you,
too.
No te deseo
nada más que lo mejor para ti, también.
Don't forget me, I beg.
No me
olvides, te lo ruego.
I remember you said.
Recuerdo que dijiste.
Sometimes it lasts in love.
A veces el
amor dura.
But sometimes it hurts instead.
Pero otras
veces el amor duele.
Y lo dice
otra vez más.
Nevermind,
no lo olvides voy a encontrar a alguien como tú, y toda esa vaina.
ESCENA 4: CINE
ELLA:
¿La nuestra es una historia de amor?
No lo sé. La verdad, no lo sé. ¿La amistad es amor? En cierta forma sí. Pero lo
nuestro no es amistad. Digamos la verdad: amigas no somos.
Sea lo que sea que seamos ahora,
no éramos nada esa noche en la que nos encontrábamos en la puerta del cine. Yo
llegué antes. Tú me habías dicho por message text “mirá que seguramente llegue
5 later”. Me pareció un lindo plan esperarte. Te iba a esperar con agrado.
Tardé mucho en elegir la ropa. Tú te vistes súper bien. Eres muy cool. Yo no
quería forzar lo cool que no soy, pero no quería parecer una nerd horrenda. Por
eso tardé. Bueno, tardé para mis tiempos, me habré tomado unos diez
minutos. Me vestí rockerita reventada,
pensé que eso iba a gustarte. Y ahí estaba, de rockerita reventada, esperando
esos five que fueron ten. Just ten.
Llegaste con unos pantalones medio calzas, con cuero, awesome. No puede
tener tanta onda, pensé. No se lo voy a
decir, pensé también. Y sí te dije “dura 132 minutos, y está basada en una
historia real, ¿tú estás segura?”. Entendiste que mi afán de sembrar dudas eran
puras ganas de no entrar al cine, y a los tres minutos caminábamos juntas.
Fuímos a un bar a unas cuadras al que yo ya había ido muchas veces. Hablamos
mucho. Te dije “no puedes tener tanta onda”. Para sumo de males me caías, me
caes, tan bien. Tan. Horas pasaron. Nos
fuimos a cenar a otro lugar, pero cuando llegamos ya estaba cerrado. Entonces
fuimos a otro lugar. Estábamos andando por barrios prohibidos ya. Por barrios
por donde nos podía ver gente, amigos de tu marido, no lo sé. Podíamos no
levantar sospechas, tan solo dos amigas tomando algo. Pero mejor si no nos veía
nadie. Definitivamente. Por ti. Alguno
saludamos en este último bar. Y yo no
puedo recordar: ¿de qué hablábamos?
Quiero reconstruir eso. Quiero
reconstruir todo. Difícilmente volvamos a vernos. Déjame reconstruirlo todo. No
las palabras. No lo que me dijiste, no lo que te dije. Déjame reconstruir tus
ojos, tus manos, los colores de tu cabello, tu mirada inocente, segura, dulce,
sincera, tu mirada amable. En ningún momento estuviste seduciéndome, y por eso
mismo no dejaste de seducirme ni un minuto. Eres espontánea, sincera, franca.
Preguntas cuando no sabes. No estás en pose. Eres amable. Halagas sin
problemas. Eres hermosa y no lo sobreactuás. Eres lo más hermosa que puedes
decir. Nadie, con tanta hermosura, podría ser tan hermosa como tú lo eres. Eres
hermosa porque simplemente eres. Porque simplemente conversas. Porque es
imposible entender cómo pasamos casi 5 horas conversando y yo no puedo recordar
nada, y a su vez, no hay nada que pueda olvidarme. Nada de ti. ¿Quién te enseño a mirar, a
hablar, a sonreír? Si fue un hombre, vayan a él mis respetos. Yo creería que
sólo una mujer puede enseñarle a otra mujer a ser tan perfecta.
Finalmente fuimos al último bar,
ambas ya bastante borrachas, pero todavía ni siquiera amigas. Allí, de nuevo,
otros conocidos. Pedímos la última cerveza. De allí caminaríamos hasta tu casa
-yo te acompañaría- y luego yo retornaría a mi casa, mucho más lejos, en un
taxi. Era mi deber de rockerita, ya tú sabes.
Ni habíamos caminado tres bloques que ya no estábamos besando
desenfrenadamente. Yo te besaba con pasión, con amor. Eres tan hermosa. Y
también te besaba satisfecha: ya nada más necesitaba, besar tu boca hermosa,
besarte, con lo bien que besas, ya era para mí el hermoso final del paseo.
Llegamos a la puerta de tu apartamento, y allí me sorprendiste. Me miraste con
esos ojos que nunca jamás podré explicar, me miraste hermosa y sincera y sexual
y niña, me miraste y me dijiste “¿quieres subir?”. Yo estaba segura que tu vivías con él, no
entendí, supongo que te dije “¿pero no está él?”. “No, yo no vivo con él”, me
dijiste. Creo que disimulé, que dije “bueno, sí, podría subir entonces”, pero
dentro de mí pensaba “menos mal que no sabía esto porque habría estado toda la
noche pensando en dormir contigo”.
Cuando subíamos la escalera me
miraste con esa ternura tuya que no puede ser más verdadera y me dijiste “ahora
tengo 11 años”. No hay ni habrá jamás
forma de que yo te explique lo hermosa que fuiste diciéndome eso. No la hay.
Simplemente te observé, sobrepasada por lo inagotable de tu estética. Subimos a
tu casa. Quise tranquilizarte, decirte que beberíamos algo y que no había
obligación de nada. Serviste dos whiskys. Ni siquiera los probamos que ya
estábamos desnudándonos, en la cocina. En un momento sentí que lo mejor era ir
a la cama, y lo hicimos. Todo fue muy bello. Dulce, intenso, amigable,
apasionado. Ambas lo pasamos bien. Fue todo absolutamente amoroso: tu piel, la
forma de besarnos, la forma de amarnos. Sentí muchas ganas de dormir muy
abrazada a ti. No te amo, no me amas, pero definitivamente tenía ganas de
abrazarte. ¿Cómo se llama eso? ¿Qué nombre tiene? ¿Por qué es tan
prohibido?¿Por qué no puedo verte de nuevo? Quizás la próxima vez sí vayamos al
cine. Quizás no hagamos el amor, tan solo durmamos abrazadas. Quizás ninguna de
ambas. No lo sé. No entiendo porqué no se puede ser más sinceros.
Al otro día nos levantamos y
desayunamos juntos. Yo decidí que tomaría el café negro, sólo, sin leche y sin
azúcar. Sentía que eso me hacía adulta. Tomar el café negro, sólo. Tú me
miraste, con amor y dulzura, como lo hacés todo, me sonreíste, y ahí, sin más,
me lo contaste. “Estoy embarazada”.
Fue hermoso, y real, y amoroso, y
definitivo. Fue todo lo que tú eres.
Estoy segura de algo: ese niño o
niña será absolutamente feliz.
Yo no quiero nunca dejar de
verte. Más no sea visitarte, mirar cartoons juntos, los tres. Solo pienso en
eso, en que no quiero dejar de verte. No sé quién eres, pero quiero que seas
parte de mi vida, y yo de la tuya. Hicimos bien en no ver esa película de 132
minutos.
ESCENA 5: TATAI
ELLA:
Escuchabas a ese músico africano, ahí todo con tu ondita,
tan argentino y tan sólido y tan cool, y todo te quedaba tan de agencia. “Nos
re gustamos”, me dijiste. Y yo no entendí que significaba eso, bien, pero me di
cuenta que “nos re gustamos” tú también.
Tú eres rantán lindo y rantán seguro de ti mismo. Eres más
grande que yo, sí. Eres exactamente 8
años y 3 semanas más grande que yo.
Pero no es que yo me deje impresionar por esa diferencia,
no. Simplemente te veo allí tirado, en mi cama, con mi computadora, escuchando
a esa música con la que esperas impresionarme. “Yambo”, de Salif Keita, leo.
“Keitá”, lo dicés tú, así medio francés-medio guarrito argentino. Me tiro
encima de ti y nos besamos, largo. A ti te gustan los besos largos a mí me
gustan que a ti te guste besarme largo. Me tomaste por la cintura y me besaste,
cuidando que no me caiga y cuidando que no se cayera la notebook. Tú lo
cuidabas todo, siempre.
Me miraste a los ojos como de un modo eterno. Parecía que
querías que esa mirada tuya fuera mía para siempre. Me miraste y te mire. Te
besé el cuello para que no vieras las lágrimas que empezaban a aparecer en mis
ojos. No quería que me abrazaras. No quería que me dijeras que no me
olvidarías. Quería que me hicieras el amor. Y lo hiciste. Me sacaste la ropa
muy suave, con mucho amor. Hicimos el amor. Yo no podía estar triste pero al
mismo tiempo estaba muy excitada. Me corrí muchas veces. Nunca me había corrido
tantas veces, ni contigo ni con ningún otro antes. “Qué bien cogés”, me
dijiste. “Qué bien cogés vos”, pensé. No te dije nada. Te abracé bien fuerte.
Bien bien fuerte. Sentí algo nuevo. Algo que no había sentido en toda esa
tarde. Algo más original que la música de tu africano. Pensé: “me vale verga si
tú te vas de Panamá, lo que yo siento por vos no se irá nunca de mí”. Sentía
que me habías regalado un nuevo cuerpo, una nueva forma de sentir, de amar.
¿Recuerdas lo que me dijiste la primera vez que estuvimos
juntos? Me dijiste “yo te voy a hacer amar con el cuerpo y con el corazón como
nunca amaste”. Bueno, lo has logrado.
¿Te extrañaré? Claro. Te extrañaré horrores. En ese abrazo
ya estaba extrañándote, ya estaba extrañando todo lo que se iría contigo. Pero
por otro lado, no podía dejar de sonreír por todo lo que me dejabas, por todo
lo de ti que sería siempre mío. Sonreí y lloré. Nunca me había pasado.
Sonreí y lloré. Eras un amante y un
hermano mayor. Me habías hecho mejor. Yo sentía que podía dejarte ir. Sentía
que te amaba, sí, y eso tú ya lo sabías. Pero sabía que podría vivir sin ti,
ser feliz. Sabía que vos debías irte. Sabía que te amaría por siempre, que te
recordaría por siempre, que siempre serías una parte de mí.
Sonreí. Tú terminaste de preparar tu bolso. Yo salí para
buscar helado. Nos encantaba tomar helado juntos. Tomamos el helado, te ayudé a
cerrar el bolso, y fuimos juntos, felices, hasta el Aeropuerto de Tocumen. Yo
conduje hasta allí, mi padre me prestó su carro. El viaje fue hermoso, ya no
escuchábamos a tu africano sino la radio, y nos reíamos, y bailábamos.
Llegamos, hicimos los trámites, nada tenía ese sabor triste de la despedida.
Llego, en determinado momento, el adiós definitivo, la puerta que yo ya no
podía pasar. Tú me miraste. Habíamos quedado en no hacer una despedida llena de
lágrimas. Yo me sentía bien como para eso. Tú también. “No seamos solemnes,
chiquita”, me dijiste. Y llegado el momento me miraste, me besaste suave,
lento, apenas tocando mis labios, y luego me dijiste “¿y si sos el amor de mi
vida?”, y te alejaste. Yo sólo pude decirte “tatai”. Sólo eso. En el viaje de
regreso a mi casa no pude parar de llorar. Tuve miedo de accidentarme con el
carro, mis ojos inundados no me dejaban ver. Siento un ahogo aquí, en el pecho.
Siento que te extraño. Siento la mentira que me dije a mí misma, de que siempre
vivirías dentro mío. No te quiero dentro de mí, te quiero a mi lado, riendo,
besándome, tocándome.
Había prometido no hacer todo eso. Sé que Buenos Aires es tu
casa y Panamá es la mía. Sé que hablamos todo esto, lo sé, pero son tres días
en los que no puedo parar de llorar, y al menos quiero decírtelo. “Vuelve”. Por
favor. “Vuelve”. O voy yo. No me importa. Nada me importa. Nada más que estar
contigo. Jamás en mi vida creí que era posible sentir esto. ¿Es lo que querías? Mi cuerpo y mi corazón
son tuyos. Sin ti no puedo seguir viviendo. Tu cuerpo es mi hogar. Haz algo. Tú
me enseñaste a sentir así. Por favor. Haz algo.
Mariano Tenconi Blanco
Buenos Aires, Argentina
2012
Mariano Tenconi Blanco
Dramaturgo
y Director de Teatro
Nacido en Buenos Aires,
Argentina, en 1982.
Escribió y dirigió el
ciclo “Canciones de amor para hacer la Revolución”, con Montevideo es mi futuro eterno en 2010 y Lima Japón Bonsai en 2011 (editada por Libros Drama). También Quiero decir te amo (2012, editada por
Libros Drama). Escribió, junto a ocho autores, el libreto de la ópera Mentir (sobre Ada Falcón) estrenada en
el CETC (Teatro Colón). Participó del
festival de teatro de Querétaro, México,
donde escribió una obra dirigida por Tamilla Woodard y dirigió otra de A.
Cárcamo. Participó de Long Distance Affaire, teatro vía skype realizado en
Nueva York. Escribió I can`t swim,
dirigida por Ana Marguineanu. Participará nuevamente de este ciclo como
director, para el Edimburgh Festival Fringe. En octubre de 2013 estrenará como
régisseur la ópera La Libertad Total
en el TACEC.
Te invitamos a compartir este comundrama haciendo clic en el icono de tu red social favorita, aquí debajo. De esta manera colaboras para que el material se difunda y mas personas publiquen por este medio. Saludos y muchas gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario