sábado, 1 de junio de 2013

La voz de Juana

(Una luz fina ilumina el rostro del hombrecito. Pálido, casi blanco. Viste uniforme militar. El lugar es gigante, imposible ver donde termina. Parece un campo de noche, o el lomo de una ballena)



Hombrecito- Frutillas con crema. No descarto el Shimmy, la manzana con azúcar y el candial (yema de huevo y un chorrito de cognac) Pero las frutillas con crema siempre delante. Nunca por detrás del Shimmy, la manzana con azúcar y el candial. Peras asadas, pochoclo, budines, almendras, el pistacho, ricota, los flanes. Los flanes! No, no, no… Frutillas con crema, sí, sí, sí… Si el cielo en vez de celeste rojo fuera. Sumando las nubes blancas cuando cubren el cielo por partes. Y si el cielo en vez de celeste rojo fuera, así serían las frutillas con crema si fueran el cielo… Mi abuela me las hacía. Casi siempre nunca dejaba un poco. Guardaba para después. Sólo dos o tres. Más no. Aguantar imposible. Y a la noche,  desenvolvía ese tesoro. Después me dormía. Mirando el techo, panza arriba. Miedo no tenía. Una vez sola tuve miedo… Me imaginaba que la cama era un barco. Me movía de un lado a otro. Así. Y me dormía. Navegando… Mi cama siempre fue la misma. No  me acuerdo la última vez que dormí ahí… Trato de no pensar en las cosas que extraño, pero si eligiera algo, una de esas cosas sería mi cama. Apenas Juana llegó de ese viaje a la costa, nos metimos bajo las sábanas. Hicimos el amor abrazados. Estaba su cuerpo tan pegado al mío... No había espacio para nada. Sin embargo parecía enorme. Estar ahí. Abrazarla era gigante… Me parece que cuando digo cama, extraño a Juana. Que extraño. (respira) Cuando llegué a las islas lo primero que me sorprendió fue no ver la costa cerca. Me las imaginé siempre que me las imaginaba como dos puntitos en el mapa. El frío entraba por los pies y llegaba hasta los huesos. Una capa de lluvia fina como una sábana cubriendo el cielo. Al sol no lo vi. Sólo brillaban  las bombas. (pausa) Desde qué lugar hablo? Digo, desde dónde habla uno? A veces me imagino mi vida, como hubiera sido mi vida si no hubiese sido como ahora es. (traga saliva) El día que maté fue algo que inevitablemente iba a suceder. Como mojarse cuando llueve o tener hambre mirando el mar. Nos reconocimos por no ser parecidos en nada. Nos paramos de frente y en silencio. Hubo algo que sí me pareció familiar. En sus ojos. En los míos. El miedo se parece en todo el mundo. La mirada está velada, aguardando, y las cosas caen, de pronto, en un velo. Eso es el miedo: los ojos velados. Teníamos que ser hombres y éramos miedo. Yo disparé primero porque… que se yo por qué. Continuamente me lo pregunto. Si cierro los ojos puedo escuchar perfectamente el ruido de su cuerpo cayendo. Como un trueno apagado. Como una ola golpeando el muelle. Me acerqué sin saber qué hacer y le pedí perdón. Por el, por mi. En nombre de todo, que se yo, me sentí en ese momento responsable de todo en general y le pedí perdón. (toma aire) Juana está vestida de fiesta, es año nuevo. Mirándome y riéndose. Tiene el sol metido en la boca. Su sonrisa brilla. Baila un paso torpe que me hace reir y llorar al mismo tiempo. La quiero abrazar para besarla y no llego. Estiro la mano y se aleja de mi cuerpo. Se achica en el espacio, empiezo a correr y es como si doblara en las esquinas. La pierdo de vista. Juana. Juana. Grito su nombre en el viento y escucho que también me llama. Juana! Juana! No escucho su voz. No escucho más a Juana decir mi nombre. Y si mi voz no sirve para llegar hasta ella, para qué la tengo? Digo, desde qué lugar hablo? Desde dónde habla uno?  (entrecierra los ojos) Me caigo. Me estoy cayendo. Esta vez no pude disparar primero. Un ardor en el pecho y sentir el corazón que explota en un segundo. Es tan difícil vivir y parece tan simple morir. Caigo con los ojos abiertos como frutillas. Lo último que veo es el cielo, nubes blancas de postre y crema. La tierra mojada de Malvinas me hace acordar a mi cama. Qué extraño. Me parece que cuando digo cama, extraño a Juana.


Diego Faturos.

Buenos Aires / 1984. Es actor, dramaturgo, docente y director de teatro.
Autor de "Vientos que zumban entre ladrillos" obra distinguida en los premios teatro del mundo 2006 y de "Amanda vuelve" -próximamente publicada en Interzona- premiada como mejor obra drama por revista Plaenando sobre BUE 2012. Actualmente se encuentra trabajando en una adaptación de una novela de Cervantes para un ciclo de autores organizado por el CECEBA y el Teatro Nacional Cervantes. 
contacto: diegofaturos@yahoo.com.ar

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