lunes, 3 de junio de 2013

"Lala dice"



La luz de la luna entra por la ventana abierta.  
Sobre la una pila  de valijas esta sentada Clara,  un poco agitada todavía. Mira por la ventana.
Lala esta sentada en su mecedora, un camisón descolorido,  la cabeza apoyada en el respaldo y la mirada en algún tiempo que no es este.
Silencio largo.

LALA.- Hacía unos días habían llegado los colonizadores y habían armado sus campamentos cerca de la tribu. (A Clara) Cerrá mejor (Clara la mira unos segundos. Duda. Cierra la ventana) Para que no se abra sostené fuerte. (Clara agarra los postigos con fuerza) Todavía no. Por ahora no hace falta (Clara los suelta. Se miran en silencio unos segundos. Clara trata de espiar por las hendijas de los postigos)
 Cuentan  que ella tenía el pelo muy largo, casi hasta los tobillos le llegaba, bien negro y grueso.  Y que tenía la   piel de un color rarísimo, oscuro pero transparente, que si mirabas fijo podías verle lo que tenía adentro. Los músculos, las venas. Todo. Así decían. Que los sentimientos también se le podían ver, pero eso por que ella era muy delicada. Tanto que la propia tribu le había armado una choza especial de barro y piedras para cuidarla.
 Y ella salía muy poco. Se pasaba casi todo el día ahí metida. Algunos decían que era por que tenía mala salud, pero no, a ella no le gustaba que la anduvieran mironeando tanto, y menos desde que cargaba al chico. En la panza tenía un nene bastante crecidito, un varón. Y  no le gustaba que se lo miren por que le veían  todo, como se iba formando, todo.
 Una mañana había salido con su mamá a hacer la recolección; tan poco andaba por afuera, que cuando salía la rodeaban todas las mujeres, las  nenas, las viejas. Todas. En silencio. Andaban calladas para que ella no se enoje, por que ya sabían que le molestaba. Pispeaban disimuladamente al  bebé que le giraba adentro. (Clara deja de mirar por los postigos y  mira a su abuela) Hasta se escuchaba el ruido del agua cuando él se movía. Algunas nenas sonreían, otras se agarraban conteniendo la carcajada de los nervios y entre esas risas mordidas  empezaron a escucharse los primeros gritos: hondos, graves. De hombres. Gritos de hombres entre hombres.
Ellas nunca habían escuchado gritos así de dolor, de dolor de hombres. De parto sí. Pero de hombres no…
Las nenitas se agarraron fuerte de las piernas de sus madres.
Las madres se agarraron fuerte entre ellas.
Y no se escuchó mas  el ruidito del agua por que él se hizo un bollito, metió la cabecita entre las patas y se quedó enredadito adentro de su mamá.
Y entonces los gritos estuvieron más cerca,  y ellos, los conquistadores con la sangre fresca de los maridos en la ropa, las empezaron a agarrar, las subían a sus caballos, y se las llevaban. Se las llevaron a todas. A todas menos a ella.
El viento empieza a escucharse afuera de la habitación. Clara la mira a la abuela. Lala sonríe.
Sin saber por que ni como,  empezó a correr, rapidísimo, por un camino que no había recorrido jamás. El bebé no le pesaba. Así estuvo corriendo no sabe cuanto tiempo, si fueron minutos, si fueron horas. Ella corría. Sabía por que lo veía que el paisaje había cambiado. Y siguió así, corriendo hasta que de repente se  dijo a ella misma, acá es.
¿Acá es que?  Eso no lo sabía.
El viento empieza a golpear la ventana, Clara la mira a la abuela y sin decir nada la agarra con fuerza.
Y entonces ella miró para arriba y ahí la vió. A la luna. Había salido en la mitad del día, para ella. Para esconderla, por que los conquistadores no la iban a encontrar. Y dicen que la luna se quedó varias semanas hasta que dio a luz.
Y que todos ellos, los bestias, murieron.
El viento sopla tan fuerte que Clara hace toda la fuerza para que no se abran las ventanas.
Dicen que cada tanto pasa… que  la luna se queda mucho y que en ese tiempo el mundo es justo.
Para equilibrar.
Y ahora creo que está acá para vos.
La puerta y la ventana se abren de repente por el viento, la luz de la luna baña toda la habitación.

Ellas se abrazan.


Francisco Lumerman

Buenos Aires, Argentina, 1982.
Es actor, dramaturgo, director y docente de teatro. Desde 1998 escribe y dirige sus propias producciones. Entre otras obras se destacan "Te encontraré ayer", ganadora del primer premio del concurso German Rozanmacher y de una mención en el concurso Paradigma Digital de Mc Station y “En tus últimas noches” , espectáculo declarado de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación. Actualmente trabaja como actor en "Emilia" de Claudio Tolcachir, Teatro Timbre 4 y dirige la obra "Puro Papel Pintado" en su espacio Moscú Teatro.

contacto: francislumer@yahoo.com.ar

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